Desde hace algunos años la despoblación de las zonas rurales e interiores del territorio español empieza a poblar las agendas de las administraciones locales, autonómicas, incluso estatales. Pueblos que cierran sus escuelas por falta de alumnos, familias que emigran a las grandes aglomeraciones urbanas o jóvenes que parten a estudiar y no vuelven por falta de oportunidades laborales son denominadores comunes de comarcas como la de Els Ports, en el interior de Castelló.

El instituto de Vilafranca decidió tratar esta problemática el último día antes de las vacaciones de Navidad. Por eso se organizó una mesa redonda donde intervinieron tres jóvenes con estudios superiores, residentes en la comarca y ejerciendo su profesión en el territorio. Después de la proyección de varios ejemplos de gente de Els Ports aparecida en el programa 'Qui és qui?' de À punt mèdia, los tres participantes contaron su experiencia particular y su decisión de desarrollar sus vidas profesionales y personales en el ámbito rural.

Un médico, una periodista y un ingeniero, tres historias completamente diferentes que convergen en el punto en que deciden instalarse o reinstalarse en un pueblo diferente de la comarca de Els Ports. Tres testimonios que sirvieron para mostrar a los alumnos, de entre 12 y 18 años, que hoy en día vivir en el pueblo también es una opción.

«Muchos de los alumnos consideran que en el pueblo solamente se quedan los que no tiene otra opción o no han podido optar a más. Por eso es necesario visibilizar que también se puede desarrollar una vida profesional completa en el medio rural», comentaba Jordi Marín, profesor del instituto e impulsor de la actividad.

La creencia reaccionaria de asociar al fracaso el hecho de volver al pueblo, ahora se traduce en una oportunidad que decanta cada vez más la balanza de escoger el mundo rural para establecerse.

Calidad de vida

Muchas veces, la elección de vivir en la ruralidad responde también a criterios personales como la calidad de vida, la educación de los hijos o la relativización del tiempo que, sumados a los profesionales, forman el triángulo perfecto para una vida que nada tiene que envidiar a la de las grandes aglomeraciones urbanas.

Las mejoras tecnológicas, los avances en las comunicaciones, el teletrabajo, la existencia de relaciones humanas verticales e intergeneracionales y el asequible precio de la vivienda son factores que también propician la predilección por vivir en el pueblo.

«Pero, ¿y no podéis ir al cine nunca?, suele preguntar la gente que vive en la ciudad. «Sí, claro que vamos, una vez cada 15 días o una vez al mes, tal como tú», responden los que viven en el pueblo. «La diferencia sólo son algunos minutos más en coche, la asiduidad, parecida».

Desgraciadamente la gente que convierte la ruralidad en una opción de vida todavía es insuficiente para muchos pueblos en los que el número de defunciones supera, con creces, el de nacimientos. Por eso, desde el centro vilafranquino se ha considerado imprescindible ejemplificar y mostrar a los alumnos que vivir en el pueblo y ejercer de aquello que se ha estudiado, hoy en día, es posible. Solamente se necesita un cambio de mentalidad y nada mejor que propiciarlo desde la base.