Lo que al principio resultaba un tanto singular para los bañistas y curiosos va camino de convertirse en un verdadero problema. La presencia de cangrejos azules en la costa de Castelló ha dejado de ser una anécdota. Técnicos del Oceanogràfic de València alertan sobre un incremento desmesurado de la población en las últimas semanas, constatado por los pescadores que acuden con cierta regularidad a la playa del Parque Litoral en el Grau.

El crustáceo decápodo ( Callinectes sapidus), invasor y muy agresivo, se ha adaptado perfectamente a las condiciones ambientales del Mediterráneo. Su integración ha sido tan rápida que amenaza los ecosistemas de las especies autóctonas. En el caso concreto de Castelló, la fauna y flora características de un entorno dunar.

Ante esta situación, generalizada en el litoral de la Comunitat Valenciana, la Conselleria de Medio Ambiente ha comenzado a recoger muestras para determinar la expansión del cangrejo azul. No en vano, como apuntan las mismas fuentes del Oceanogràfic de València, «se ha producido una explosión de población en los dos últimos años. Aunque no existen datos reales, sí que hemos detectado un crecimiento importante, por lo que es necesario realizar un control».

La también conocida como la jaiba azul, originaria del Atlántico Norte, se caracteriza por su voracidad. Al tratarse de una especie omnívora, se alimenta tanto de plantas como de animales (vivos o muertos). Normalmente consume bivalvos de concha fina, anélidos, pequeños peces, cangrejos y carroña.

Algunos pescadores que habitualmente disfrutan de su afición en la playa del Pinar ya han puesto en conocimiento de la Cofradía del Grau la proliferación de crustáceos decápodos.

En la Comunitat Valenciana, el problema con los cangrejos azules no es nuevo. En el Palmar (la Albufera), por ejemplo, se comercializan incluso desde hace meses al existir una demanda por parte de los consumidores. Muchos profesionales del trasmallo se dedican exclusivamente a capturar ejemplares de esta especie, que sorprende no solo por ese color tan particular (zafiro), sino también por el tamaño. El precio habitual del kilo ronda los cuatro euros, pero en estas fechas se ha disparo ostensiblemente, como en realidad ha sucedido con el marisco y el pescado.