El día 6 de enero invita a la reflexión: los reyes son los… príncipes de Asturias y se celebra la Pascua… Militar. Los otros reyes, los de Oriente, sólo fueron sabios y a estas horas, con los regalos a punto de ser destapados en los hogares, no desvelaremos su secreto. Eso sí, unos y otros reyes, si tienen todavía algún sentido en el siglo XXI, es mantener viva la idea de que la carta…magna, con una larga lista de derechos y deseos (libertades, trabajo, vivienda), será atendida…si nos hemos portado bien.

Bueno, menos cuento y vayamos a la cuestión de la monarquía en este día de reyes, pues si echamos una mirada al momento actual no parece que atraviese el momento más estable. No ha sido el único, claro está, y en crisis anteriores observamos una semejanza con la situación presente bastante preocupante. Recordemos Fernando VII tuvo dos hijas de un cuarto matrimonio: Isabel y Luisa Fernanda, y, a la muerte del rey, la sucesión al trono se saldó a favor de su primogénita gracias la aprobación, in extremis, de la Pragmática Sanción. De este modo, si el monarca no tenía un hijo varón, el delfín, pasaba a ser la reina la primera infanta. A tal efecto, la regencia de su viuda, María Cristina, hasta la mayoría de edad de Isabel II, frustró las aspiraciones del hermano de Fernando, Carlos María Isidro, un hecho que desencadenó la primera guerra carlista, la de los «Tres días de Julio», del sitio de Castelló.

Para evitar males mayores

Pasadas unas décadas (otra guerra, la expulsión del país de la reina, llegada de Amadeo de Saboya, la proclamación de la Primera República y la restauración de la Casa de Borbón) la situación de la línea sucesoria volvía a complicarse. Alfonso XII, casado en segundas nupcias con otra Maria Cristina, únicamente tuvo de ésta dos infantas: María de las Mercedes y María Teresa. De nuevo dos féminas y ningún varón. Entonces, el rey enfermó mortalmente y la que había de ser su viuda y regente de España comunicó que estaba embarazada. Los artífices de aquel sistema de alternancia en el poder: el conservador Cánovas y el liberal Sagasta, según nos cuenta Norberto Mesado en La última amante de un rey romántico, urdieron la clausula secreta del llamado Pacto del Pardo. Temiéndose lo peor, que el nuevo alumbramiento regio fuera niña, ellos planificaron el change con el hijo varón que esperaba una de las amantes del monarca: Adela Lucía Almerich, más conocida como la guardagujas de Les Alqueries.

De este rumor, muy extendido por la Plana Baixa, el historiador de Borriana da buena cuenta, poniendo en boca de los últimos testigos orales de aquella historia oculta pero muy popular. Sin duda, con aquella maniobra los políticos del Turno querían evitar nuevos conflictos civiles, como los que se desencadenaron tras el fallecimiento de Fernando VII. De este modo, se habrían sacado de la bocamanga aquel rey de la baraja que, más tarde, reinó con el nombre de Alfonso XIII. Y, si el envite con este naipe no funcionaba, aún se reservaban otro triunfo, pero de otro palo de la baraja. Y es que un hijo ilegítimo de Alfonso XII y la contralto castellonense Elena Sanz fue reconocido en privado, por si, fracasaba el primer plan y había que habilitar de urgencia un segundo. Sea como fuere, el plan resultó como habían previsto y el sucesor mantuvo este íntimo vínculo con la Plana (Plan A).