No les engaño si les digo que mi mayor deseo -quizás el suyo también- es que las elecciones municipales y autonómicas fuesen este próximo domingo. Nos ahorraríamos dinero, tiempo y dosis de demagogia barata, de reproches y de postureo. El Ayuntamiento de Castelló está sumido en campaña electoral casi desde que acabó la de 2015, y la cercanía del 26 de mayo la lleva al extremo.

Hablemos por ejemplo de las relaciones entre PSPV, Compromís y Castelló en Moviment, los socios del Acord del Grau que fueron capaces de acabar con 24 años de gobiernos -y en ocasiones rodillos- del PP. Se buscan, se vigilan, parece que estén ansiosos por encontrar un hueco para el reproche, mientras desde la bancada de la derecha les entra la risa y se compran palomitas para disfrutar del espectáculo. Y es que se lo ponen a huevo.

El último roce entre Compromís y PSPV vino a colación de un comunicado de la alcaldesa, la socialista Amparo Marco, instando a trabajar por que Castelló sea punto de llegada de grandes giras musicales, tanto nacionales e internacionales. El mensaje era perfecto, aprovechar el excelente trabajo que ha realizado el ayuntamiento, con su concejala de Cultura, Verònica Ruiz, a la cabeza, para hacer de la música un nuevo foco de atracción turística para la ciudad. Pero quédense con esta frase de la alcaldesa: «Hay una demanda de conciertos de calidad y vamos a ver de qué manera es posible traerlos». Error, y gordo. La idea de Amparo Marco, entiendo yo, es conseguir que Castelló cuente de una vez para las grandes giras, la de artistas que rompen estadios, pero hablar de lograr «conciertos de calidad» es dar a entender que lo que ha venido hasta la fecha no mola, y eso es poner en cuestión el gran trabajo de la concejala en estos cuatro años, el de Compromís, aunque su intención no fuese esa.

Aquí todos tienen que hilar fino, en la propuesta, y en la respuesta, porque lejos de hablarlo en privado, como socios de gobierno que se supone que son, airean los trapos sucios sin tapujos. Compromís es muy dado a utilizar las redes sociales para mostrar sus cabreos. Y los calentones digitales son muy peligrosos. Le faltó tiempo a Verònica Ruiz para contestar y enviarle a Amparo Marco la elocuente etiqueta de #NoMeCuentesMilongas. Error, y gordo.

Pero el calentón duró 24 horas más, porque la propia ejecutiva local de Compromís perdió el tiempo remitiendo un comunicado, encantador, de apoyo a la concejala de Cultura, como si la alcaldesa, el PSPV, la hubiesen linchado en la plaza pública. Pero es cuestión de imagen, de sacar pecho ante la ciudadanía, no como gobierno local, sino como siglas, porque la derecha aprieta y la lucha por el voto de la izquierda ya está abierta. El peligro es pasarse de frenada, tanto que a PP y C's les entre la risa tonta el 26 de mayo con la más que probable irrupción de Vox. Pero ellos sabrán.

Las redes sociales nos mostraron ayer otro de esos ejemplos donde disparamos sin mirar. Es el caso de Carles Mulet, senador territorial de Compromís, que está bien que salga en defensa de Ali Brancal tras ser apartada de la vicealcaldía, pero no a costa de imprecisiones y de mala leche. Error, y gordo.

Ayer arremetió sin contemplaciones contra un edil de la oposición en el Ayuntamiento de Castelló, para el que exige también la aplicación del Código de Buen Gobierno por un procedimiento judicial en el que esta implicado por cuestiones personales. Quizás el PP bajó al barro en la querella que puso contra Ali Brancal y Enric Nomdedéu -que probablemente quede archivada- pero Mulet ha bajado a la ciénaga. No hay Código que aplicar en este caso. Y lo que no han hecho ni dicho los concejales de Compromís en el ayuntamiento - ni siquiera la propia Brancal- lo hace él a cuenta de crispar más la situación. Pero prepárense, esto acaba de empezar. Sigan a los políticos en Facebook, Twitter o Instagram, lean sus mensajes en esas redes sociales que, si son el espejo del alma, a veces dan que pensar.