La fiesta se convirtió en un funeral. Como si el doctor Jekyll se hubiese vestido de amarillo, el Villarreal se transformó en el señor Hyde para hundirse un poco más en su propia desesperación. Todo eran sonrisas hasta el minuto 75. Cazorla, imperial, había guiado al equipo hasta el 2-0, y el conjunto amarillo respiraba, metiendo en el lío por evitar el descenso al Espanyol. Pero no se puede fiar uno de un equipo con una dinámica tan autodestructiva como el submarino. Bonera se marcó un gol en propia meta y Rosales se inventó un disparo con la zurda a la escuadra para alimentar los miedos del conjunto castellonense. El descenso queda a cuatro puntos, pero el Rayo-Leganés de esta noche puede incrementar la distancia. La situación no mejora.

Y eso que la cosa no pintaba tan mal hasta el último cuarto de hora. Ante situaciones desesperadas, Calleja apostó por medidas drásticas. El técnico se inventó un equipo nuevo para recuperar la senda de la victoria. Con el contratiempo de última hora de la baja de Trigueros por molestias en el aductor, el madrileño transformó su sistema para apostar por un dibujo con tres centrales y dos carrileros. Pero más allá del despliegue táctico, la apuesta del retornado técnico amarillo fue por jugadores.

Sin Víctor Ruiz por sanción, puso a Bonera a mandar en la defensa. Con el italiano de jefe en la zaga, repartiendo estopa y comiéndole la oreja a Cuadra Fernández cuando tocaba, la zaga ofreció, durante los primeros 45 minutos, una solvencia inédita en los últimos meses. En los carriles, Calleja sentó a los veteranos y se inventó unas bandas con un Pedraza desatado y un Miguel Llambrich liberado del miedo que atenazaba al equipo.

Pero la decisión más importante fue la de darle el timón del equipo a Cazorla. El asturiano, con Iborra como guardaespaldas, les puso a bailar a todos. Su pausa y su visión de juego permitieron que el submarino fluyera como hacía tiempo que no se veía.

Es cierto que tardó un rato en que el equipo se creyera que podía ganar el partido. Ante un Espanyol no menos atenazado por el miedo, al que se le han nublado las ideas, los primeros veinte minutos se marcharon en un tanteo sin sangre. Era como ambos conjuntos hubiesen firmado un pacto de no agresión, conscientes de sus miserias.

Pero Cazorla encendió el generador a partir del minuto 25. Primero botó un falta desde el perfil derecho que tocó Gerard en el área. Ekambi finalizó la jugada con un remate que se marchó fuera. De nuevo el asturiano, un minuto después, apareció en escena para meter un pase interior a Pedraza. El disparo del andaluz en el interior del área lo atajó Diego López. No había acierto, pero el Villarreal había perdido el miedo.

Acumulaba ocasiones el equipo de Calleja, como la del minuto 31. Una internada por la izquierda de Ekambi terminó con balón al punto de penalti. Gerard no pudo rematar por la oposición de la defensa perica. Y cuatro después de repitió la combinación, pero el remate del delantero catalán terminó en las manos de Diego López en esta ocasión.

Entonces alcanzó el partido el minuto 37, y el prodigioso pie de Cazorla botó un saque de esquina que encontró la cabaza de Gerard. Remató Moreno sin querer al larguero, y el rechace acertó Iborra a cazarlo para anotar el 1-0 para el Villarreal.

Bonera la lía, Rosales apuntilla

Todo estaba tranquilo hasta que Asenjo y Bonera liaron el asunto. Era el minuto 75, el Villarreal respiraba tranquilo con un 2-0 en el marcador y todo eran albricias. Pero el saque de una falta, cometida por Miguel Llambrich, de Granero, que no acertó a atajar Asenjo, permitió que la ciclogénesis estallara. El rechace del portero palentino lo remató en su portería el central italiano.

Entró en combustión el submarino que, cinco minutos después, no podía creerse lo que hacía Rosales. El lateral venezolano enroscó desde el perfil derecho y desde unos 25 metros, un disparo con la zurda que Asenjo vio como se colaba por su escuadra izquierda.

Un cuarto de hora antes, desde el punto de penalti, Cazorla había anotado un penalti que parecía resolver el partido. Hermoso había derribado en el área a Ekambi, y el asturiano sellaba su gran partido con un lanzamiento ajustado al palo derecho de Diego López.

Es verdad que el Villarreal, en el arranque del segundo acto, había mostrado algunas grietas en la retaguardia, pero no se podía imaginar un desenlace tan fatídico. Borja Iglesias, en el minuto 54, había ensayado una volea que se marchó fuera y, un minuto después, Dídac Vilà remataba en el segundo palo un saque de banda. Providencial, Iborra evitaba el empate a uno.

Pero el submarino recuperó el mando del partido. Fornals y Pedraza se acercaron al gol, en dos jugadas por la banda izquierda. Todo hasta que Bonera se equivocó y el miedo se volvió a apoderar de un equipo que no es capaz de hallar la salida del túnel.