El Ayuntamiento de Castelló se ha abonado este año a los movimientos políticos, alguno de ellos esperados, otros sorprendentes y muchos de ellos como movimientos de piezas del tablero del Risk. El último, quizás el más inesperado, el del segundo teniente de alcalde, el socialista Antonio Lorenzo, que anunció el pasado viernes su dimisión pendiente de ver cómo evoluciona una investigación policial sobre las presuntas irregularidades de dos funcionarios, y una veintena de empresarios, en la época en la que fue subdelegado del Gobierno.
Un total de cinco formaciones políticas -PSPV, Compromís, Ciudadanos, Partido Popular y Castelló en Moviment- que comparten un mandato que empezó ya convulso con la inmediata dimisión del que fue cabeza de lista del PP, Alfonso Bataller y que, casi cuatro años después, vive su ¿último? episodio con Lorenzo. Pero aparece un dato curioso sobre la mesa de juego y es que solo Castelló en Moviment, la formación quizás más heterogénea en su composición, se ha mantenido inalterable ya que sus cuatro jugadores iniciales -Xavi del Señor, Ana Peñalver, Iñaki Vallejo y Paz Beltrán- permanecen en la partida. Paradójicamente, un Castelló en Moviment sin movimiento alguno.
Si el ayuntamiento de la capital de la Plana cuenta con 27 concejales, entre renuncias y dimisiones este año han sido ya 38 los hombres y mujeres que han podido jugar en la actual corporación, Algunos de ellos sin ni siquiera opción de formar parte de la historia de la presente legislatura. El PP alude siempre a que el Ayuntamiento de Castelló, gobernado por el Pacte del Grau que integran PSPV, Compromís y Castelló en Moviment, es la «casa de los líos», aunque quizás no se acuerda de que su formación es parte también de esta particular 13 Rue del Percebe.
Partido Popular
Todo comenzó, aunque quizás ya nadie se acuerde, con María José Arquimbau, una independiente en las filas del PP a la que se «invitó» a quedarse en casa. Y es que el varapalo electoral fue tan grande -pasó de 15 a 8 ediles- que supuso dejar fuera del ayuntamiento a un peso pesado como Vicent Sales, que estaba en el puesto 9. No había opciones, Arquimbau debía renunciar a coger su acta para cedérsela a Sales.
Pero quizás a la independiente del PP le hicieron una jugada, porque apenas unos días después Alfonso Bataller, el cabeza de lista popular, el alcalde en funciones, no aguantó la presión de su propio partido; su deseo era seguir en el ayuntamiento pese a que los número le dejaban en la oposición ante el previsible pacto de PSPV, Compromís y Castelló en Moviment.
Bataller, asaltado por diversas investigaciones judiciales que después quedaron en nada a nivel personal -Gürtel y Púnica- se vio abocado a irse. Tomó posesión de su acta de concejal, pero pocos días después la devolvió y se fue a su trabajo al Hospital General, dejando la portavocía a Begoña Carrasco. Su renuncia volvió a mover la lista. Debía entrar Marisa Ribes, quien finalmente optó por ceder el puesto a la número 11, la actual edil popular María España.
PSPV
Si el PP ha estado movido, qué decir del PSPV, que va a acabar el mandato con tres concejales distintos de los que empezó. La primera en irse, y pronto, fue Carme Oliver, en enero de 2016, que se encontró con un duro conflicto en fiestas y chocó a nivel interno con algunas decisiones políticas. Oliver debía ser sustituida por Juan Ángel Lafuente, el aspirante a edil que nunca lo fue y que después, al ser nombrado como responsable de la oficina económica del ayuntamiento por parte de la alcaldesa, motivó una de las principales crisis políticas entre PSPV y Compromís.
La renuncia de Oliver permitió incorporarse como concejala a Mary Carmen Ribera. Y los socialistas entrarían en una fase de relativa calma hasta agosto de 2018, con la decisión de Sara Usó de dimitir al lograr una plaza laboral como profesora en Alicante. Omar Braina sería dede entonces su sustituto en la corporación municipal. La bomba, en cualquier caso, vino la semana pasada, con la dimisión de Antonio Lorenzo, un puntal sin duda en el seno del Pacte del Grau, cuya acta de edil pasará a manos de Mónica Barabas.
Aunque con menos movimiento, Compromís no ha sido ajeno a los cambios y que han supuesto que en casi cuatro años el ayuntamiento haya tenido tres vicealcaldes. El primero, Enric Nomdedéu, se fue en agosto de 2016 al ser nombrado secretario autonómico de Empleo, lo que permitió entrar como concejal a Ignasi Garcia y dejar la vicealcaldía en manos de Ali Brancal.
Brancal, que sigue como concejala, fue destituida como vicealcaldesa y se le retiraron labores de gobierno en diciembre de 2018, a la espera de que se aclare su investigación judicial a raíz de una querella del PP por presunta malversación de fondos públicos. Esto ha supuesto que sea ahora Ignasi Garcia el nuevo vicealcalde, el tercero en cuatro años.
Tampoco han estado aburridos en Ciudadanos, que han aportado nuevas variables a este juego de estrategias. En junio de 2015 empezaron Cristina Gabarda, Vicente Vidal, Manuel Paduraru y Alba Masià. Esta última, enfrentada con Gabarda, apenas duró dos meses. En septiembre de ese año renunció y dejó el lugar a José Antonio Zamora, quien a su vez decidió irse en octubre de 2018 pasado por motivos personales. Debía ser sustituido por Germán Andrés Tormo, pero este decidió pasar el testigo a Juan Ramón Vicent.
En Ciudadanos han vivido además viajes de ida y vuelta de sus portavoces. Empezó Cristina Gabarda, que fue portavoz hasta julio de 2016 dándole la portavocía a Vicente Vidal, que a su vez le devolvió el puesto a Gabarda en mayo de 2018. La 'casa de los líos' a la que alude el PP en su máxima expresión. Quedan apenas tres mes para las elecciones municipales, pero ningún estratega sería capaz aún de aventurar cómo acabará la partida en el tablero municipal.
