Z aplana, durante los mismos meses en los que desde la presidencia de la Generalitat Valenciana (GV) montaba un cuidadoso entramado de falsas empresas para gestionar los frutos de sus canallescas mordidas, que cruzaba el Atlántico desde Uruguay a Luxemburgo, se encargaba de liderar las bases del modelo de financiación autonómica. En el periodo 2000-2002 Zaplana puso en marcha dos mecanismos perversos. En su figura y biografía se concentran dos de los problemas más agudo de los valencianos: un pasado de corrupciones sin cuento y la financiación de la GV, ambos tienen unas secuelas que todavía crujen sobre la nuestra espalda y amenazan la propia continuidad de la organización del estado en Comunidades Autónomas (CCAA) en su actual formato.

Corría agosto del año 2000 cuando el entonces vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, aseguraba que el Gobierno de Aznar presentaría, como en efecto sucedió, unas «líneas generales» que servirían como punto de partida para la negociación sobre un sistema de financiación autonómica, cuyo angelical objetivo iba a ser un acuerdo «unánime» y «sin dogmas», basado en el «modelo Zaplana». Pocos meses después Fraga Iribarne, entonces presidente de la Xunta de Galicia, mostraba su apoyo a este modelo, definiendo a Zaplana como «un ejemplo de la nueva generación del PP, que está haciendo una labor extraordinaria», subrayando que su partido «siempre da ejemplo de buenos acuerdos».

Gracias a la tenacidad de una jueza de la Audiencia Nacional hoy conocemos con detalle un sumario que habla de un president de la GV que organizaba una red de testaferros desde el Palau, al tiempo que de puertas a fuera abogaba por el consenso autonómico, explicando sin rubor que la financiación autonómica era una cuestión que afectaba a la estructura del Estado y «por ello, todos tenemos que entender que es preciso atender a todas las tierras de España, con un criterio de mucha solidaridad». La triste realidad es que el PP de Aznar dejo el difícil tema de la financiación autonómica en manos de un delincuente (presunto).

Con la mirada puesta en su marcha a Madrid, Zaplana o quien fuera entonces su «negro», en 2001 (adelantándose a la actual pasión literaria de Sánchez, que mañana tiene previsto presentar también su libro) escribe El acierto de España. La vertebración de una nación plura´ editado por ´Temas de Hoy´ y prologado por Adolfo Suárez ya en sus primeras fases del cruel Alzheimer. La presentación del libro en Madrid, convirtió un delicado problema político, en un acto social con una nutrida presencia del Gobierno de Aznar (Rajoy, Rato, Trillo, Montoro, Matas, etc.) acompañados de los nombres de la ápoca, propios de este tipo de liturgias: Esperanza Aguirre, Rita Barberá, Javier Arenas, Rafael Arias Salgado, Florentino Pérez, José Bono, Miquel Roca, Ana Botella, Esteban González Pons, el arzobispo de València, etc.

En el libro, el entonces president GV hace un repaso por la historia de la España de las CCAA y expone su propuesta. «He querido plasmar en mis escritos la convicción de que existe un programa de España con enorme futuro que se enriquece con la labor de las Comunidades Autónomas». En pleno proceso de engaño Zaplana subrayaba la confianza «que los ciudadanos tienen en las CCAA» y que su modelo se basaba en la suficiencia, la solidaridad y la corresponsabilidad. Todo es textual y debidamente aplaudido por los asistentes.

La atención que debería requerirle la creación y funcionamiento de la red para las mordidas que interactuaba con la familia de Juan Cotino, entonces director general de la Policía, puede explicar que ninguno de sus colaboradores dedicará esfuerzo alguno para una simulación numérica realista sobre el efecto de su modelo sobre la autonomía que era su responsabilidad.

Ya se sabe que para los políticos los números y las cifras son temas desagradables y engorrosos. Hubo que esperar a conocer los primeros datos de la primera anualidad de vigencia del modelo para comprobar lo que realmente significaba para los valencianos el modelo que el ya ministro Zaplana había defendido.

En 2002 la GV ocupó el último lugar en materia de financiación autonómica. Obviamente en un proceso de reparto alguien es el menos favorecido, pero es bastante inexplicable que sea precisamente quien ha defendido el método de este reparto quien sale peor parado.

Hoy sabemos que poco importaba para el supuesto padre de la criatura. Los números que realmente le interesaban eran los de la red que metabolizaba las mordidas a cuenta de los valencianos que, por cierto le votaban apasionadamente. En julio de 2002, Zaplana cumplía sus ansias ministeriales, pero la época ZOC (Zaplana- Olivas- Camps) siguió su camino en la GV.

Entre las ideas que Zaplana impulsó estaba el Fondo de Suficiencia que tenía por objetivo el mantenimiento del statu quo, es decir, que ninguna de las CCAA perdiera recursos respecto a las que recibían anteriormente. Como era de esperar al cambiarse el Modelo Zaplana en 2009, el principio del statu quo se mantuvo y en consecuencia la posición valenciana sigue siendo muy desfavorable. Zaplana lideró el proceso de 2002 a costa de nosotros. Su carrera a lomos del modelo de financiación fue una corrupción tan inmoral como la pertrechada con los Cotino, aunque no va a ser juzgada por tribunal alguno.

Los tres presidentes de la época ZOC están yendo y viniendo de los juzgados, mientras la GV sigue tan ahogada que algunos pensamos que alguna transferencia debería ser devuelta al Estado, por razones estrictamente financieras.

Han sido demasiados los años en los que con diversas formas los intereses personales y de partido han primado en los gobiernos de las CCAA (los entorno de Zaplana en València, de Pujol en Cataluña, de Esperanza Aguirre en Madrid, de Chávez y Griñán en Andalucía, etc.). Esta relación no pretende ocultar los desmanes que se hayan podido ejecutar desde la administración central, pero el balance en lo que se refiere a episodios de corrupción ejercidos por determinados personajes desde las CCAA es una cuestión que no puede ocultarse, por mucha incoherencia política que despierte el tema que nada tiene que ver con el populismo enfermizo de Vox. A medida que los periódicos valencianos van detallando los episodios que los políticos del PP han ejercido desde la GV se incrementa el vértigo por la pérdida de nuestra democracia.