El sol calienta, el agua moja y el Castellón empata. Los albinegros se pegaron ayer el habitual tiro en el pie en el estadio Castalia

El 1-1 final es el 17.º empate del Castellón en 27 jornadas. El de ayer era el típico partido del que se dice que hay que ganar como sea, y que el Castellón intentó ganar como pudo, un poco de aquella manera.

De inicio, el de Cano fue ayer un equipo reconocible y no tardó en adueñarse del partido. Se ordenó de una manera equilibrada, con Ramos y Jamelli ocupando zonas interiores, Verdú y Muguruza estirando la lona en los costados, y César Díaz picoteando la espalda en ataque de Cubillas. No fue especialmente hábil ni preciso, pero sí tuvo una virtud importante: llevar el partido al otro lado. El juego se desarrolló en campo contrario, y cuando eso es así siempre pueden pasar cosas. Por ejemplo lo que pasó en el minuto 15. A Jamelli le cayó un balón muerto en posición de disparo, probó fortuna desde la frontal y la pelota se envenenó al golpear en un defensa del Atlético Levante. El portero Cárdenas quedó eliminado de la ecuación. Fue gol, un 1-0 ideal para culminar el primer cuarto de hora, y pensar con ingenuidad que ahora sí, que lo peor del curso había pasado.

El Castellón se sintió cómodo en el tramo siguiente. Espoleado por la ventaja, ganador en los duelos individuales, sin generar mucho en el área visitante, pero sufriendo en la suya nada. El partido avanzó tan plácido para los locales que por momento parecía una trampa. Al final lo fue. El electrónico no reflejaba el estado de ánimo de Castalia. Demasiada felicidad para tan escaso resultado.

El mordisco final del primer tiempo advirtió de lo que podía pasar. Cubillas sufrió una lesión muscular y el asunto se trompicó durante minutos. Cubillas fue atendido en la banda, volvió al verde, casi mete el gol del cojo de un cabezazo y se tumbó en el césped. El filial no tiró la pelota fuera y el Castellón se extendió en la réplica de la tangana y el teatrillo. Cubillas fue al fin sustituido, y amonestado por su parsimonia con una amarilla que le hace cumplir ciclo, pero del baile salió mejor el Atlético Levante, que avisó por vez primera en serio. El juvenil Blesa templó un pase a la carrera de Eneko, cuya volea hizo intervenir de veras a Álvaro. Quizá fuera todo casualidad, pero el partido cambió de rumbo para el Castellón, que nunca volvió a la dirección adecuada.

El segundo acto

El Castellón empezó el segundo tiempo exprimiendo el ataque para forzar dos córneres. Otro aviso: los dos córneres a favor desembocaron en dos faltas en contra cerca del área propia. La contienda se sumergió en una especie de caos colectivo. Destacó un piscinazo de Satrústegui. Reinventó el término. No es que se tirara en el área, es que chutó tan fuerte y tan alto que la envió a la piscina de detrás de la grada.

La tarde iba avanzando con cosas de estas. Muchos nervios, mucha precipitación, algunas risas desesperadas. El Levante apretó con los cambios: la zurda de Joel y el instinto de Juan Delgado. Merodeó el empate en varias ocasiones, con falta de mordiente. El conjunto orellut asomó en una contra: Pablo Roig lanzó a César Díaz en el mano a mano, pero éste definió contra el muñeco, algo forzado. Fue la última carrera de César, porque en el 85, un minuto después, Cano hizo un cambio que le puede dejar tocado. Sentó a un delantero y metió a un central, Regalón, para defender el resultado. Lo que pasó a continuación no se podía saber: el filial sacó un córner en el minuto 88 y Juan Delgado se adelantó a Jairo en la corta, batiendo a Álvaro.

Aún pudo ser peor el tropiezo orellut: en la prolongación le anularon el 1-2 al visitante Eneko por fuera de juego, con el Castellón aturdido, de nuevo embarrado.