El Villarreal firmó en San Petersburgo uno de los mejores, si no el mejor, partidos de la temporada. No solo fue la victoria, el 1-3 que encarriló el pase a los cuartos de final de la Liga Europa, sino la manera de conseguirla. El centro del campo se adueñó del partido y la pelota, la zaga minimizó errores y la delantera vio portería. El baile fue aún más meritorio por la entidad del rival. El Zenit es a día de hoy líder y equipo de referencia en el campeonato ruso. El Villarreal lo aplastó con una suficiencia insospechada. Viendo únicamente ese partido, y ese nivel, nadie diría que los de amarillo están en puestos de descenso. El problema es que el Villarreal está siendo un equipo de dos caras.
La de Europa es una, la buena. No ha perdido ningún partido de Liga Europa. Ha empatado cinco y ha ganado cuatro: a Spartak, Rapid Viena, Sporting y Zenit. Los mismos triunfos que en 26 jornadas de Liga, donde aflora la cara mala. El contraste no solo se explica por la exigencia del torneo doméstico. El entrenador Javi Calleja fue claro, en Rusia, nada más terminar el partido: «En Europa no hay presión sino confianza».
La confianza
Trasladar esa confianza y ese rendimiento a la Liga es el camino más corto hacia la permanencia. De momento Europa, que en algún momento pudo parecer una molestia, está ejerciendo de bálsamo y terapia. Los éxitos continentales han sido vitamina para la Liga. Más allá del cansancio: la victoria liguera de más pedigrí, el 3-0 contra el Sevilla en la Cerámica se consiguió justo después de ganar en Lisboa al Sporting.
En este sentido, el Villarreal confía en que el cansancio derivado del partido del jueves y el viaje desde Rusia no sea un factor decisivo mañana contra el Levante. Para superarlo, el submarino contará con el apoyo de la afición, que ha agotado las 400 entradas disponibles y llenará la grada visitante del Ciutat de València.
