El liderazgo de Miguel Barrachina como presidente del PPCS está en entredicho tras haber quedado relegado a les Corts Valencianes. Su frustrado intento de aferrarse a Madrid, primero como número uno al Congreso de los Diputados y después como cabeza de lista al Senado, tiene una lectura más profunda que vaticina una batalla interna por controlar el partido a lo largo de los próximos meses.
Carlos Fabra, hasta su retirada de la política activa, y Javier Moliner, en sus dos legislaturas, siempre habían impulsado y reforzado su condición de referentes populares desde la presidencia de la Diputación de Castelló. No sucederá lo mismo con Barrachina, con independencia de que el PP sea capaz de conservar su mayoría en la institución provincial tras los comicios municipales del 26 de mayo.
Más centrado en los asuntos de València, como consecuencia de su agenda política, el actual presidente del PPCS correrá el riesgo de quedar excluido del debate diario sobre los temas domésticos de Castelló, especialmente en aquellas cuestiones que se aborden en las dos instituciones con más peso en la provincia. Esto es, la propia diputación y el Ayuntamiento de la capital de la Plana.
El protagonismo de otros interlocutores, como Vicent Sales y Begoña Carrasco, respectivamente, complicará la preeminencia política de Barrachina. De hecho, desde algunos sectores del partido ya se está planteando la necesidad de reestructurar la actual composición del Comité Ejecutivo y la Junta Directiva Provincial una vez transcurran las elecciones locales. En la actualidad, Elena Vicente-Ruiz, como secretaria general, y el mentado Sales, como portavoz, ocupan los puestos de mayor enjundia sin contar al presidente.
Lo que no cabe duda es que en el PPCS se avecinan nuevos tiempos por el encumbramiento de Pablo Casado, cuya purga de afines a Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, a la que Barrachina apoyó públicamente, no se limitará a las distintas candidaturas a las Cámaras Alta y Baja. Esa depuración irá más allá.
