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Porque sí

Porque sí

No sé cuándo empezó la moda esta de tener que explicar todos nuestros gustos, de tener que justificar todos nuestros actos. Nos iría mejor admitiendo que hacemos algo, o que nos gusta algo porque sí, simplemente porque sí y ya está y qué más da, pero ahora hay que construir un marco teórico para todo. Ahora parece que cada uno de nuestros movimientos vitales deba enmarcarse en el cosmos de un plan superior y maestro, deba pasar por un filtro racional y coherente que avale la estrategia que guía nuestros pasos. Hay quien te explica ahora por qué es de un equipo de fútbol, o por qué le gustan o no le gustan los toros, y lo hace como si te estuviera contando una tesis doctoral al respecto, con lo fácil que era antes, que nos hacíamos de un equipo porque sí, o porque ganaba, o porque tus padres te llevaban de la mano al campo. Ahora no. Ahora hay quien te explica que se pasa nueve días borracho, en Magdalena, no porque le vaya la fiesta, sino por sentirse heredero de una suerte cósmica de legado, se pasa nueve días borracho en honor a la raíz y a nuestros antepasados. Desde cuándo se ha necesitado un cuerpo teórico para beber, que en realidad es lo mismo que haces con menos coartadas durante el resto del año. Dime que sales y bebes porque sí, y me dirás la verdad, y tendrás de paso nuestro respeto garantizado.

Conozco dos tipos de personas. Los que no necesitan beber para pasárselo bien y los que no necesitan pasárselo bien para beber. En Magdalena se juntan todos.

Casi todos nuestros problemas nacen de la necesidad de explicar por qué hacemos lo que hacemos. La parte buena de las fiestas del pueblo y del fútbol es que ofrecen la posibilidad de canalizar por vías inocuas la gran trampa de nuestro tiempo. La identidad y todo eso. La mierda de Heidegger del siglo pasado, que parecía superada y ahora vuelve, amenazando tormenta, la tradición y la patria, la patria y la tradición, que mejor concentrarla en la pelota y el folclore, al menos, digo yo, antes de acabar otra vez a palos.

En fin. Cuando iba al instituto, la semana de Magdalena se me hacía cortísima y el resto del curso resultaba larguísimo. Ahora, en cambio, los años pasan volando y esta semana no se acaba nunca.

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