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Urgencias e historias

Estaba yo tan tranquilo y Roberto dijo: «Pues Sergio ha acabado en urgencias». Mi cerebro enseguida pensó lo lógico y lo normal: una intoxicación etílica, una pelea multitudinaria o secuelas mortales de alguna droga. Lo típico, que es Magdalena, lo que toca. Pero no, pero nada de eso ocurrió de verdad porque Roberto siguió hablando y sus palabras fueron una serie de bofetadas en la cara. Sergio acabó en urgencias porque tenía ampollas en los pies, de tanto hacer deporte y tanto andar y estar de pie en Magdalena. Se me ocurren pocas muestras mejores de la decadencia máxima. Causar baja en Magdalena por unas ampollas. Tocando fondo.

Por lo menos ahora Sergio puede contar el chiste de Míster Pollas, ya sabéis, el que va uno a una farmacia y dice ¿hay ampollas? y el farmacéutico le contesta Hello, Mister Pollas.

Las historias que les pasan a tus amigos con el paso del tiempo van cambiando. Las de ahora son en plan despierta, la juventud se acabó, lo mejor ya ha pasado. Prefiero las de antes. En Magdalena además se produce cierto desfase horario, y eso lleva a veces al equívoco. Un amigo llegó una vez a casa visiblemente borracho, abrió la puerta como pudo y se encontró a sus padres en el sofá viendo la tele. Mi amigo montó en cólera, a grito pelado, diciéndole a sus padres que ya era mayor y que no tenían que esperarle despiertos. Luego se dio cuenta de que eran las nueve de la noche y la tarde se le había complicado.

Casi el mismo año, un amigo de un amigo volvió de fiesta a su casa fuera de hora y, tratando de no hacer ruido, llegó al baño. Allí todo mal: se le caían las cosas y retumbaban sus arcadas. Decidió que lo mejor era ducharse. Llevaba un rato bajo el agua, súper feliz, cuando asomó su madre. Qué haces mamá, no pasa nada, me estoy duchando. Muy bien hijo, pero primero quítate la ropa que la estás mojando.

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