Pero de aquellos escarceos iniciales y algún exceso, el peor recuerdo que tengo es aquellas veces que te ibas a la cama cantando y despertabas de golpe navegando. Era aquella sensación de estar metido en la cama y que esta pareciera más un barco a la deriva y en plena tormenta o casi huracán, lo que te hacía estar más cerca de la muerte que de la vida. En medio de ese mare magnum de sensaciones (todas ellas malas o muy malas), intentabas salvar los muebles y parar como fuera aquella espiral. Entonces, y de una forma casi infantil y desesperada, sacaba un pie de la cama y lo apoyaba en el suelo, en un intento de frenar el movimiento giratorio del artefacto. Ese pie al suelo solucionaba poco, pero era el primer paso para regresar a la realidad, al mundo de los vivos y a la situación exacta. Seguías igual de mal, pero al menos sabías lo que había y a lo que te enfrentabas.

Ese pie a tierra es el mismo que logró poner el Villarreal hace unas semanas en la tierra de la Liga, ya que tras dos victorias logró darse un respiro y salir un poco de la espiral y el torbellino que lo tenía loco desde hace meses. Seguía mal, pero con un referente y con un pie que ya ayuda a poder poner el otro.

Ese segundo pie lo debe poner si es capaz de ganar en Vigo, ya que de hacerlo, supondría dar ese importante paso. Cuando estás mal y perdido, poder ponerte de pie es vital y el primer paso para alcanzar el objetivo. Y los tres puntos de Vigo supondrían una bocanada de aire espectacular, no definitiva, pero sí clarificadora y tranquilizante. Lo malo es que para esta pelea el equipo no va con todo, justo en el momento vital le han llegado las plagas y las lesiones, una certificación más de que lo que tenga que ser, será épico y con sufrimiento.