El fútbol es un espectáculo asombroso. No hay guion ni ficción que resista los giros y las emociones de la realidad de la pelota. El Villarreal se marchó ayer 0-2 al descanso en Balaídos, tranquilo. El Celta se levantó de la lona en el segundo tiempo y volteó el partido. El 3-2 encumbra a Iago Aspas al estatus de leyenda y condena al Villarreal al sufrimiento. El equipo de Calleja sigue fuera de la zona de descenso, con un punto de margen, pero desperdició, con todo a favor, una ocasión única.

La palabra es asombroso. El fútbol es un deporte que se juega con el pies, y tal vez por eso casi nunca tenga sentido. El fútbol elige su propio camino. El Celta encaró el duelo contra el Villarreal, el combate de equipos en la zona baja, abrazado al ritual y la épica. La semana previa se moteó de declaraciones intensitas. Se habló de final, se habló de acabar el partido muertos, se habló de todo eso que se habla cuando la rutina la gobiernan la presión, el miedo y el ruido. La ciudad celebraba su Reconquista particular y se sumó a la propuesta con entusiasmo y tino. El día del partido, desde muy pronto, miles de camisetas celestes coloreaban la calle de la ciudad. Miles eran también los hinchas que recibieron al autobús del equipo local de manera espectacular. La directiva local repartió cinco mil bufandas conmemorativas. Hubo aplausos al empezar el calentamiento. Hubo aplausos al acabar el calentamiento. Hubo ovación atronadora cuando la megafonía anunció la titularidad de Iago Aspas, el indiscutible ídolo de un Balaídos bien guapo, que rozó el lleno. Iago volvía de una lesión y los empleados del club prepararon para él un altar, y no es una metáfora, un altar con velas, ajos, un buda y un gato del chino, todo medio en broma, es decir, medio en serio, a Iago le prepararon un altar en Vigo. Con todo listo, el Celta formó una piña sobre el césped justo antes de empezar. La afición entonaba himnos a capela. Nada les podía fallar.

En el minuto 10, el Villarreal ganaba 0-1. En el minuto 15, el Villarreal ganaba 0-2. Había domado ese espíritu. Cuando más apretaba el estadio, halló la precisión y la calma. Después, cuando lo tuvo todo a favor, inexplicablemente se deshizo. En el minuto 50, Iago Aspas marcó el 1-2. En el minuto 71, Maxi Gómez empató el partido. En el 85 y tras una larguísima consulta con el várbitro, Iago firmó de penalti el 3-2 definitivo. Difícil contarlo desde la razón y la lógica. Un asombroso partido.

El fútbol es un capricho y elige su propio camino. El fútbol va de los futbolistas, de aprovechar el momento. El Villarreal sacó el mazo en Balaídos para machacar al Celta, pronto precipitado, pero se le olvidó abrochar el partido. Empezó bien lanzando a Chukwueze en los inmensos espacios que el rival concedía, y encarriló el envite en el minuto 11. Morlanes es un futbolista que hace muchas cosas bien, pero sobre todo una: elige siempre lo correcto. Morlanes recogió un rechace en la frontal e hizo rápido y fácil lo que tocaba hacer. También lo hizo así Iborra, que hizo caso a Mario, que bordó la maniobra. Mario ofreció el desmarque de dentro a fuera y, cerca de la línea de fondo, clavó el centro raso hacia atrás, al meollo del área pequeña. Ahí Ekambi embocó a gol cortando la gelatinosa defensa del Celta.

En pleno desbarajuste local, el Villarreal volvió a ver la luz en un túnel. Esta vez fue Pedraza, imponente, autor de uno de los goles de la temporada.

Pedraza ha nacido para jugar de carrilero. Ni lateral ni extremo. Es llegando, y no estando, cuando acentúa sus virtudes. Es imparable cuando arranca la locomotora. Recibió una apertura en el minuto 15 y tiró en conducción una diagonal interior hacia la puerta. Agradeció los huecos que le abrieron con desmarques sus compañeros, limpió un capazo de rivales y sorteó al portero. Golazo.

Con 0-2, el Celta volcó el partido a campo contrario. Acumuló saques de esquina, a menudo por errores del Villarreal en la zaga, pero no tuvo premio en el primer acto. Asenjo despejó apurado la rosca de Brais, la más peligrosa, en el minuto 25. El Celta intercaló la pelota parada con disparos lejanos. Ninguno encontró puerta. El Villarreal pudo agrandar la herida. El meta Rubén evitó el tercer gol tapando el tiro de Chukwueze, que había recibido un fabuloso pase interior de Morlanes.

Segunda parte

La música del Equipo A recibió al Celta tras el descanso. La misión estaba a la altura de la serie de antaño, porque era al Villarreal al que le estaba saliendo el plan perfecto, pero ya se sabe, el fútbol y sus caminos. Se le emborronó en el minuto 50. Mario paró en falta a Boufal, en la media luna del área. La falta la tiró Iago Aspas y la clavó cerca de la escuadra. Es muy bueno. Justificando la estatua.

El 1-2 espoleó al Celta, asido a la clase de Aspas. El zurdo le sacó una falta lateral a Víctor Ruiz. El Celta la sacó rasa atrás y Hugo Mallo exigió de veras a Asenjo. El Celta arriesgó en la salida de pelota, y ahí se vio que el Villarreal podría hacer negocio. Poco antes de la ocasión de Mallo, Ekambi se la jugó a solas sin éxito en un mano a mano frente a Rubén, tras un fallo grosero de Hoedt. En el ir y venir parecía estar el partido. De paso en la medular, cuajado en las áreas. En una especie de paradoja, al Celta le sentó bien el cansancio. Midió carreras estériles y ganó orden mientras el Villarreal daba pasos hacia atrás, pese a los cambios ofensivos. En el minuto 71, Maxi cabeceó a la red un centro de Lucas Olaza. Al submarino se le paró el corazón. En el 85 el centro de la defensa grogueta volvió a crujir, y entre Maxi y Aspas lanzaron a Brais, que fue derribado en el área por Víctor. Aspas aseguró el 3-2 de penalti. Altares y estatuas para el renacido, verdugo del menguante Villarreal, un héroe absoluto en Vigo.