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Cuando el miedo es menor que el deseo

La Liga Europa está siendo para el Villarreal lo que debería ser la vida cada día: si ganas, fenómeno, pero si pierdes tampoco se acaba el mundo

No hay lucha más angustiosa en el fútbol que la pelea por la permanencia. Lo sabe bien el Villarreal esta temporada. La rutina se baña en un sufrimiento tal que los retos continentales se antojan casi un simple divertimento. El Villarreal sufre en la LaLiga de la misma manera que juega, en el sentido lúdico, en Europa. Es una paradoja liberadora. LaLiga la gobierna el miedo, el miedo a perder un partido, el miedo a perder la categoría, el miedo a fallar, el miedo a perderlo todo; y en la Liga Europa manda el deseo, el deseo de ganar, el deseo de ganar un partido, el deseo de ganar un título, el deseo de acertar, el deseo de levantar por fin un trofeo.

En comparación con el desafío que otea en Girona, en un desplazamiento de tinte dramático para seguir en Primera, lo del Villarreal anoche era algo similar a un juego de niños. Por mucha derrota final, por mucho derbi que fuera. Lo de anoche era un juego limpio, uno con balas de fogueo y artificio. Porque si vienes de estar virtualmente salvado en Balaídos y el 0-2 del descanso muta en 3-2 al final del partido, porque si le vas ganando 4-2 al Barça y te mete dos goles en el tiempo añadido, porque si tu jugador fetiche falla un penalti en el último minuto del último partido, porque si te pasa todo eso en una secuencia de crueldad infinita, si te pasa todo eso no caben cicatrices en la piel para lamentar que Cáseres cometa un penalti tonto cuando el Valencia asoma en su primer acercamiento. Porque a Europa vas a ilusionarte de la misma manera que a LaLiga irás a sufrir. La Liga Europa está siendo para el Villarreal lo que debería ser la vida cada día: si ganas, fenómeno, si ganas es lo máximo, pero si pierdes pues nada, si pierdes tampoco se acaba el mundo, si pierdes los problemas de verdad seguirán en el mismo sitio a la siguiente mañana.

Con perspectiva

Los problemas de verdad se los encontrará el Villarreal el domingo en Girona. Europa es otra cosa: infraestructuras, resultados, erasmus y dinero. Europa es el botiquín del Villarreal porque ahí encuentra unas vitaminas emocionales que le sientan de maravilla para olvidar el dolor del día a día. Ese cuajo competitivo lo mantuvo en pie con 0-1, y además supo tener la paciencia, la calma y la perspectiva necesaria para surfear esa primera ola. El submarino capeó lo que tuvo que capear y esperó su momento, y el fútbol le dio otro penalti a Cazorla para limpiar de demonios el remordimiento.

La vida va de prioridades. La primera del Villarreal era que no se lesionara ninguno, y cayó Mario. La segunda, que la eliminatoria se decidiera en la vuelta. Esta la tuvo en la mano hasta el tiempo de descuento, cuando al 1-2 le siguió el 1-3, y al 1-3 el aroma a finiquito y sentencia. Pero ojo, el submarino fue a Portugal de tapado y ganó. Fue a Rusia de tapadísimo y goleó. Irá a Valencia el jueves sin nada que perder, es decir, con más deseo que miedo.

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