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Una semana diferente

La semana que acabamos de pasar, por muy diversas razones, es una semana diferente que esperan los ciudadanos; de un lado para disfrutar de unos días de vacaciones y conocer otros lugares y de otro para vivir lo que supone desde un punto de vista cultural y espiritual, con independencia de aquello en lo que crea cada cual.

Poco antes del comienzo de la misma, no solo los franceses sino todos los europeos fundamentalmente, quedaron tristemente sorprendidos por el incendio de la catedral de Notre Dame en París, que afortunadamente por la heroica intervención de los bomberos como ha señalado el presidente francés, no acabó en absoluta tragedia.

Tuve la oportunidad hace pocos años, junto con un matrimonio amigo, de estar en dicha catedral, verdaderamente impresionante; un monumento gótico excepcional, pero no solo destacaba por lo que era como monumento artístico, sino por lo que a través de los siglos ha supuesto para la historia de Francia y también para la de Europa. Dentro de esa desgracia, lo que quiero resaltar es la tremenda reacción del pueblo galo. Con la catedral todavía en llamas, ya se vieron a cientos de franceses de todas las edades, incluso arrodillados, rezando a los pies de esta catedral. Y de inmediato se ha conocido no solo la reacción del propio presidente, que dijo que se volvería a reconstruir en un plazo máximo de cinco años costó trescientos desde que comenzó su construcción en el siglo XIII y de inmediato comenzaron a conocerse importantes donaciones de grandes fortunas francesas, amén de muchos particulares.

Los que hemos visitado Francia y hemos tratado con franceses, entendemos que se les pueda criticar por muchas cosas, pero no por el sentido de lo nacional que tienen. En las situaciones importantes, no son de esta ciudad o de esta región: son de Francia; no tienen más bandera que la de su país y defienden lo que les une. En la enorme avenida de los Campos Eliseos se ven en gran parte de los edificios que dan a ella enormes banderas de Francia y a la más mínima, ante cualquier hecho bueno o malo que se les presenta, ya están cantando la marsellesa.

No quiero ni pensar en un caso semejante en nuestro país. Sería deseable recuperar un sentido de lo nacional con independencia de los sentimientos que cada uno tenga hacia su comunidad o su ciudad, que no son incompatibles. Una nación como la nuestra, que fue un gran imperio, y que puede sentirse muy orgullosa de lo que ha hecho por todo el mundo, debería recuperar el sentido de gran país, dejando por ejemplo de silbar el himno, ondear por encima de todas la bandera nacional y estudiando en los colegios, institutos y universidades la historia, nuestra historia en la que hay muchas cosas de que sentirse satisfechos y haber dado ejemplo.

Seguro que Francia y los franceses recuperaran la catedral de Notre Dame, como se recuperó la catedral de Colonia que quedó destruida en la segunda guerra mundial.

Lamentablemente el mal tiempo ha deslucido importantes manifestaciones religiosas en esta Semana Santa que con tan pasión se vive en grandes y pequeñas poblaciones de nuestro país.A través de diferentes canales de televisión he visto lo que se hace en Andalucía, por las castillas, por tierras extremeñas o aragonesas, y es verdaderamente ejemplarizante

El enorme valor del patrimonio artístico de imágenes, tronos, etc. al que acuden miles de turistas de muchos países, el esfuerzo de tantas hermandades y cofradías que realizan pensando en su día grande, en su procesión; el tremendo esfuerzo humano de tantos miles de costaleros que cargan sobre sus espaldas con cientos y cientos de peso -los vi incluso un año en Sevilla digas antes de la semana santa, cuando ensayan llevando sobre los tronos sacos de cemento en lugar de imágenes para igualar el peso que deberán soportar en su momento,; la emoción que se refleja en tantos rostros llenos de lágrimas por no poder desfilar por la lluvia.

Es cierto como escribía sor Irene Guerrero del Monasterio de San José de Carmelitas descalzas de Toro en Zamora, que no debemos olvidar en estas fechas, que parece que el corazón se sensibiliza algo más, esa semana de pasión que supone la soledad para tantos y tantos ancianos, o la soledad de los presos con el horizonte cerrado, o la soledad de los pobres y de los inmigrantes, y la de tantas madres con sus hijos metidos en el mundo de la droga, y la de esos padres de familia despedidos en el trabajo , etc, etc.

Breves.

-Para quienes defendemos la existencia de las diputaciones, no hay semana que no tengamos que destacar hechos positivos. El presidente de la diputación Javier Moliner, acaba de firmar con los obispos de Segorbe-Castellón y Tortosa, porque hay algunos arciprestazgos de la misma en la provincia de Castelló, un convenio para seguir rescatando el patrimonio religioso tan importante que tenemos y que estos días se muestra en la Iglesia de San Miguel y en la de San Vicente Ferrerº dentro de «La Llum de la Memòria».

- Rafael Benavent y Cipriano de Mesa, dos hombres y dos nombres importantes en la vida de la ciudad y su provincia. El primero acaba de recibir un justo premio a su historial empresarial y el segundo termina después de veinticinco años su magnífico trabajo en la Fundación Universidad Empresa. Mi sincera y justa felicitación por trabajos bien hechos.

-Y atención a una voz impresionante de un joven castellonense, Luis Román García, que canta en «Veus de Lledó». Un entendido en la materia me decía tras oírle en un concierto en la Iglesia de la Sangre, que estaba impresionado por los tremendos agudos que ofrecía en la linea de lo que fueron los «tenorinos» en la Capilla Sixtina. Estudia canto y piano y quizá estemos ante una voz importante de la lírica.

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