Ambiente crispado, vecinos copando el salón de plenos y carteles de protesta anunciaban diversión en la última sesión antes de las elecciones municipales del 26 de mayo, pero Partido Popular y Ciudadanos tenían reservada la carcajada final, o más bien la inicial, porque dejaron a la alcaldesa en el atril con la palabra en la boca, a los concejales del Pacte del Grau aturdidos, a los medios de comunicación sorprendidos y a los vecinos en shock. Ni una palabra en boca de los 12 concejales de la oposición. Se levantaron con el cartel «No al Plan General del Pacte del Grau» -vaya, se les olvidó la divertida Frau-, pusieron caritas de compungidos y se marcharon en fila de a uno, por mi derecha, bajo los aplausos de los vecinos de la Marjaleria y de Crèmor allí presentes. Que ovación. Salieron en volandas, por la puerta grande.

Sí, probablemente PP y Ciudadanos rascaron ayer algún apoyo entre la indignación de los vecinos que, con todo el respeto del mundo, tienen derecho a ir a los plenos a escuchar y mostrar sus quejas contra el gobierno local de turno. Los 12 concejales de la derecha lograron la foto, quizás un voto, pero hurtaron al pleno de un esperado debate. Qué interesante hubiese sido que, ante los presentes, hubiesen explicado por qué no les gusta el Pan General, qué cambiarían, qué modelo de ciudad les gustaría. Pero no, optaron por el sainete y demostraron que la ciudad les importa bien poco. Su único cometido ayer no estaba con los marjaleros, ni con los vecinos de Crèmor, sino con las urnas, esas que ya calientan motores para decidir el futuro de la ciudad el 26 de mayo.

Uno se pregunta qué hubiese pasado si el pleno de ayer se hubiese celebrado, por ejemplo, el pasado marzo, en febrero... Da igual el mes. La fotografía, se lo puedo asegurar, hubiese sido otra, con 27 concejales diciéndose de todo, criticando sus respectivas formas de ver el urbanismo, seguro que con alguno de los exabruptos a los que nos han acostumbrado en el presente mandato y, finalmente, votación y a otra cosa mariposa. Vamos, en resumen, un debate democrático, donde todos los partidos políticos, esos que se supone representan a los ciudadanos, hubiesen trabajado por la ciudad.

Pero no, este pleno extraordinario ha llegado un 30 de abril, dos días después del cataclismo del Partido Popular, ese que ha dejado temblando a la formación que lidera Pablo Casado a nivel nacional tras las elecciones generales del pasado domingo; ese terremoto que ha levantado al aire al Partido Popular de la Comunitat Valenciana que preside Isabel Bonig.

El Partido Popular está sumergido en un mar de dudas a nivel local, consciente de que debe hacer ruido para hacerse notar. No hay buenos augurios para ellos a nivel municipal, aunque con una campaña por delante, y con muchos aspectos externos que pueden salpicar a unos y a otros, todo puede cambiar. La extrapolación de los resultados de las generales y las autonómicas al consistorio local, sencillamente, les hunden, dejándoles en ambos casos con solo cinco concejales, los mismos -sí, lo repito- los mismos, que Ciudadanos.

No puede uno imaginarse mayor cataclismo para Begoña Carrasco que Ciudadanos, esa formación que ha pasado por el ayuntamiento estos cuatro años con más pena que gloria, les pueda hacer el sorpasso y convertirse en la primera fuerza de la derecha, todo ello con la posibilidad de la entrada de Vox con 3 posibles concejales.

El PP debe dar un golpe y demostrar que son los que llevan el timón de la derecha. Saben manejar a sus anchas a los cuatro ediles de Ciudadanos, y el pleno de ayer era una buena ocasión para este sainete político, porque no existe argumento alguno más allá que la caza de voto para querer justificar su abandono de la sesión plenaria.

O es que quizás le daba vergüenza atacar un Plan General con el bagaje que aporta el PP en los últimos años, con un ordenamiento urbanístico anulado por los tribunales que ha dejado a la ciudad rigiéndose por normas transitorias durante más de una década. La política, por el bien de los vecinos,debería ser algo más que la búsqueda de la foto, que quizás acabe quedándose, al final, sin positivar, en el negativo.