Con el entierro pagado y las esquelas preparadas, el Castellón destrozó el ataúd a cabezazos. Del 0-1 del Peralada se pasó al 3-1 definitivo en Castalia. Los goles de Regalón, Muguruza y Cubillas, todos tras el descanso, sacan al Castellón del descenso y arreglaron un serio estropicio. El equipo de Óscar Cano revivió a base de centros y cabezazos. Pura terapia de choque: ahora enfila aliviado las últimas dos jornadas del campeonato.

Y es que no es lo mismo fantasear con la muerte que verle la cara de cerca. Ayer la muerte se paseó por Castalia al filo del descanso, en el minuto 44 de la primera mitad, cuando marcó el Peralada. Marc Castells cortó en falta un lujo quebrado del visitante Mario, que en un palmo de campo regateó a tres contrarios. La bola la plantó en el césped, cerca de la frontal, el zurdo Boselli. Y la falta la clavó en la red, cerca del larguero, también el zurdo Boselli. El Castellón miró el marcador y lucía un catastrófico 0-1. Y el Castellón miró al árbitro y el árbitro pitó el descanso. Se podría decir que todo el mundo en Castalia tomó conciencia de lo que estaba pasando. El abismo del descenso estaba de veras a un palmo. No es lo mismo fantasear con la muerte, deportiva se entiende, que verle la cara de cerca.

En juego

El conjunto orellut se había metido en un buen lío. El partido nació parejo. El Castellón saltó al verde sabiendo que dependía de sí mismo para salir de la zona de descenso, aunque nunca se sepa del todo si eso es malo o en realidad bueno. El Peralada, inmerso también en la pelea por la salvación, arrancó percutiendo la herida de Verdú, tibio de vuelta al once en el lateral izquierdo. De ahí cobró dos córneres y una falta lateral que el Castellón solventó sin consecuencias.

El equipo de Cano, que dobló lateral diestro (Rubén García-Muguruza) y pivote de contención (Gálvez-Castells), y formó con línea de cuatro atrás, creció a medida que trastabilló la salida mascada del rival. A partir del minuto 20, los albinegros acumularon llegadas al área. Las más claras: un tirazo de Jamelli que puso en apuros al portero Suárez, y un centro de Muguruza que cabeceó Cubillas y detuvo el portero en palomita plástica. El partido transitaba por un fino alambre hasta el triple salto mortal del 0-1, el golazo de falta de Boselli. Las entrañas de Castalia se revolvieron inquietas durante un interminable tiempo de descanso.

El paisaje exigía una reacción, y así fue por parte del Castellón. Salió del fango a las bravas, con una fórmula primitiva pero eterna. El fútbol sigue siendo a menudo ritmo, hambre y tribu. El Castellón fue en el segundo tiempo ritmo, necesidad y tribu. El Peralada se difuminó ahogado en sus buenas maneras. A la hora de la verdad al Peralada le faltó un hervor. A la hora de la verdad al Peralada, tan académico en su propuesta, le faltó una dosis de realidad, como si fuera el veraneante pijo que llega al pueblo y amenaza con llevarse, si no le hacen caso, el balón de reglamento. Lo normal es que te quedes sin balón y sin pueblo, de vuelta a una burbuja insulsa.

El equipo de Cano devoró al filial del Girona a la antigua usanza. Robo (caníbal Castells en ese tramo), apertura, centro, remate y para adentro. En el minuto 51, Regalón cabeceó a la red una rosca de Jamelli; en el 57 Muguruza arrambló en plancha un plátano dulzón de Verdú; y en el 82 Cubillas sentenció al rematar una comba de César.

Con 3-1 pitó el final el árbitro. Castalia bajó el telón como si hubiera nacido de nuevo.