El Boletín Oficial del Estado publicó el pasado sábado 6 de abril, el Real Decreto 244/2019 que regulará el autoconsumo de energía eléctrica. España deja atrás definitivamente el peaje de respaldo (conocido como impuesto al sol) y se lanza de manera firme hacia una nueva realidad energética, en la que cada ciudadano dispondrá de novedosas opciones para generar su propia energía a través de placas solares.

El autoconsumo supone un ahorro económico notable para el bolsillo del consumidor. A la vez, supone un incremento en la instalación de generación renovable, que ayude a disminuir los cada vez más elevados niveles de emisiones contaminantes en la atmósfera. Además, la generación de energía en los mismos lugares donde la consumimos, en nuestras casas o en nuestros centros de trabajo, evita todas las pérdidas por transporte y transformación del sistema tradicional centralizado. Sin duda, es un gran paso hacia el uso más eficiente de la energía y de los recursos que necesitamos para producirla.

Pero no acaban los beneficios en un contexto medioambiental (aunque quizá debería ser suficiente). A nivel económico, no existe generación de energía tan democrática como el autoconsumo fotovoltaico. De su instalación puede beneficiarse gran cantidad de entidades y personas. Al contrario que prácticamente el resto de formas de generar energía, muchísimas instalaciones van de la mano de pequeñas y medianas empresas que crean empleo y aportan valor a sus comunidades más cercanas.

Del Real Decreto se pueden seguir extrayendo conclusiones positivas que fomentarán la instalación masiva de una tecnología, en otros tiempos cara y subvencionada, que ha llegado a su madurez técnica y económica. Como ejemplo, hoy en día es más barato comprar una placa solar que una puerta y ya no necesita ninguna subvención para ser rentable. Solo necesitaba un marco regulatorio que permita a los usuarios actuar con libertad; y esto, ya ha sucedido.

Aún así, creo que lo más importante no es el contenido del decreto en sí, más bien el hecho de que España confirma que se sube al tren del cambio de modelo energético. Nos jugamos mucho con ello. Después de una década, estamos construyendo nuevos parques solares, algunos de ellos los más grandes de Europa, lo que nos lleva a reducir emisiones de gases de efecto invernadero y a cumplir los objetivos marcados por la Comisión Europea para 2020 en materia sobre clima y energía.

A la vez, sabemos que vamos a necesitar generar más energía eléctrica. Sin ir más lejos, para llegar a abastecer la próxima electrificación del transporte. Estamos a las puertas de la implantación del coche eléctrico como alternativa a los coches tradicionales impulsados por combustibles fósiles, y esa energía debe ser renovable.

El transporte representa un 27% de la energía final que se consume en el mundo y el 40% en España. Por tanto, si conseguimos cambiar la forma en la que hoy generamos esa energía, hacerlo de una forma más eficiente y limpia, estamos dando un gran paso hacia adelante.

Se nos plantea un nuevo escenario energético, en el cual, España no es el único actor involucrado. El cambio climático es ya una evidencia científica y las nuevas generaciones merecen un mundo con las mismas oportunidades que hemos tenido sus antecesores. Es por ello, que la Comisión Europea aboga por un futuro libre de emisiones de CO2 en 2050, abarcando todas las políticas de la Unión Europea hasta ese momento, objetivos que están alineados con el Acuerdo de París de 2015 y enfocados a limitar el aumento de la temperatura global del planeta en 1,5ºC respecto a tiempos preindustriales.

Por tanto, no estamos solos, andaremos un camino con nuestros socios comunitarios, no exento, ni mucho menos, de dificultades, las cuales no se solventarán reclamando quedarnos como estábamos ni cerrando los ojos esperando que el "statu quo" se mantenga por arte de magia.

Estamos en el inicio de una gran revolución energética. Pensemos, por ejemplo, la rápida implantación que han tenido los patinetes eléctricos o las motocicletas compartidas. Estos cambios hacen necesario que tengamos que redefinir las reglas de convivencia en las ciudades. Esta velocidad de implantación no es casualidad. Es el ritmo al que se mueve el mundo hoy, cada vez más tecnológico. Vemos cómo evolucionan los ordenadores, smartphones, smartwatches, robots, o lo que nos imaginemos a nuestro alrededor.

Creo que hemos tenido la suerte de nacer en un momento importante de la historia y a la vez de una enorme responsabilidad, porque tenemos en las manos el futuro de nuestros hijos y sus sucesivas generaciones. Esto no ha sido así nunca con anterioridad sin mediación de una guerra. Nunca se pudo condicionar tanto el futuro por nuestras acciones cotidianas. Nos queda pues decidir si lo hacemos para bien, o para mal.

Para ello, es importante que entendamos que es necesario el cambio energético y que no podemos estar extrayendo «zumo de dinosaurio» eternamente, ni nuestro planeta tiene más capacidad de aguante con los gases de efecto invernadero.

Debemos plantearnos cómo nos va a impactar todo esto que viene, y decidir cómo afrontarlo. La formación es clave para el rumbo que llevamos. Simplemente, no es posible disfrutar de todos los cambios tecnológicos que vemos en nuestro día a día y pretender que esto no nos impacte en otros ámbitos como el laboral. Se van a generar muchísimas oportunidades, todas ellas requieren prepararse y mucha actitud de superación.

Placas solares, coches eléctricos, y porque no nombrarlo también, almacenamiento energético. Quedémonos con estos tres conceptos porque son el presente y futuro. Desde las empresas tecnológicas lo vemos desde un prisma de optimismo, pero a la vez de necesidad. El mercado laboral va a demandar gran cantidad de empleados cualificados relacionados con estudios técnicos, tanto desde las universidades como desde las formaciones profesionales.

Por lo tanto, solo me queda reafirmar que el Real Decreto que finalmente acaba con las incertidumbres alrededor del sector de la energía solar en el sector doméstico e industrial, no es más que el inicio de otros muchos cambios que vamos a afrontar, donde la energía eléctrica va a pasar a ser protagonista de nuestras vidas y empleos.

Esta transición no es una opción, así que está en nuestra mano tratar de comprenderla lo antes posible y, porque no, tratemos de disfrutarla al máximo.