Oteando el horizonte político esta semana -sobre las alianzas necesarias para la investidura y el resultado de las próximas europeas, municipales y autonómicas- me ha venido por sorpresa a la memoria algo que ya pertenece a otro mundo. A finales de los 50 y muy primeros de los 60 había un organismo de la Iglesia -no recuerdo cuál- que calificaba moralmente las películas. Las que recibían un 1 o 2 no tenían problema. Luego estaban las del 3, la gran mayoría, y ya en terreno peligroso, las del 3 con R, visibles sólo para «mayores con reparos», que eran las que interesaban a muchos estudiantes de bachillerato.

Pues bien, las consecuencias de la victoria del PSOE en las generales y las previsiones para la triple convocatoria del europeas, municipales y autonómicas del 26M me llevan a la conclusión de que seguramente estamos ante una gran victoria del PSOE, y del liderazgo de Pedro Sánchez, pero con reparos.

Vamos por partes. El PSOE ha ganado sin ninguna duda y con claridad las pasadas legislativas. No puede haber gobierno en España que no esté presidido por Pedro Sánchez. Pero hay un reparo. Necesita alianzas para la investidura y sobre todo para el resto de la legislatura (que debería durar casi cuatro años). Y esas alianzas no son fáciles. La de Cs ha quedado descartada esta semana. Rivera le ha repetido a Sánchez que no le gusta nada y ha añadido que, pese a todo, está dispuesto a llegar a algunos pactos. Por ejemplo, a la aplicación de otro 155 a Cataluña pues sostiene que Torra con sus exabruptos está violando la legalidad.

Aznar diría que le ha dado a la aproximación a los socialistas un cero patatero pues sabe que Sánchez apuesta a que la desinflamación -dialogar e intentar alcanzar acuerdos mientras el separatismo no pase de las bravatas al desafío fáctico al Estado de Derecho- es la terapia más adecuada y que además está dando algunos frutos y no ha sido castigada por los electores el 28A. Y la respuesta de Pedro Sánchez fue proponer, el día siguiente, que el líder del socialismo catalán, Miquel Iceta, sea el nuevo presidente del Senado.

Sin abdicar de la desinflamación, Sánchez podría haber propuesto a Patxi López o a Margarita Robles para el Senado. Pero no, a la bofetada de Rivera ha contestado con la misma moneda.

Cerrada la vía Rivera -tal como pedían los exultantes militantes socialistas en la calle Ferraz la noche del domingo electoral- resulta forzoso algún tipo de pacto con Podemos o un gobierno de coalición como exigía Pablo Iglesias ya tras las legislativas del 2015. Y Sánchez e Iglesias han acordado que se tienen que poner de acuerdo, según dijo el líder de Podemos en la rueda de prensa de la Moncloa. Y el primer paso será el reparto de cargos en la mesa del Congreso que PP y Cs usaron con fruición los últimos meses para bloquear muchas iniciativas de Pedro Sánchez.

El entendimiento con Podemos tiene una clara lógica porque tanto el PSOE como Podemos se sitúan en el campo de la izquierda. Pero Sánchez sabe que España está en Europa y en el euro. Con todas sus consecuencias. E Iglesias, por lo que parece, cree que el euro es algo secundario que -si conviene- se puede poner entre paréntesis. No ha aprendido que, en Grecia, Tsipras tuvo que destituir al fantasioso Varoufakis. Por no ir a Venezuela, asunto candente en el que el único y escaso mérito de Iglesias es haber dejado de hablar. Un gobierno con Podemos puede generar problemas. O no, pero de entrada es un reparo.

Y luego empieza un segundo reparo. La encuesta del CIS predice otra clara victoria del PSOE en las europeas y en la mayoría de las comunidades autónomas. Pero hay que ir con cuidado porque la encuesta está hecha antes de las elecciones de abril y por eso el voto puede ser distinto al manifestado entonces. Para ampliar en la segunda vuelta la victoria socialista -ya que la reacción de la derecha no ha sido inteligente- o para compensarla, ahora que el maremoto Vox parece haber perdido fuerza.

Y el resultado del 28A puede afectar también la relación de fuerzas entre el PP y Cs. A favor de Casado, difícil, aunque es cierto que el PP tiene mayor implantación territorial. ¿A favor de Rivera que ha pasado de 32 a 57 diputados y es la fuerza emergente frente a un PP que se quedó en 66 perdiendo la mitad de su grupo parlamentario? La encuesta del CIS no puede detectarlo.

Cierto que el PSOE tendría según el CIS una gran victoria en las autonómicas y municipales. En especial si conquistara la Comunidad de Madrid -aquí la alianza con Errejón y con Podemos plantea menos problemas- y en el Ayuntamiento si pacta con Manuela Carmena. La victoria en un territorio tan emblemático como Madrid daría sin duda al PSOE de Pedro Sánchez una gran capacidad de arrastre, pero no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo. Como señala Kiko Llaneras, el CIS le da a la izquierda en Madrid una intención de voto del 52% cuando en las legislativas se quedó en el 43%. Parece demasiada subida, aunque no es imposible porque la imagen de la corrupción del PP está presente y Pablo Casado no ha estado afortunado al cambiar sus equipos.

Pero el reparo fundamental es que España -si excluimos a los partidos nacionalistas- está partida en dos mitades iguales. Y gobernar sólo desde la izquierda -con además uno de sus líderes tentado siempre por el frentismo- contra una derecha en crisis que no encuentra su camino puede ser muy tentador, pero no sirve para crear consensos o transitar hacia una democracia mejor.

En las legislativas la derecha tuvo un 44,3% de los votos y la izquierda un 43,6%. Un empate pese a que la derecha -por su división en tres- se quedó con 149 escaños y la izquierda -por la mayor concentración de voto en el PSOE- alcanzó los 166.

Y la encuesta del CIS confirma el empate para las europeas. Yendo a las horquillas máximas, la izquierda tendría el 46% de los votos y 26 eurodiputados frente al 45% de la derecha y también 26 escaños europeos.

Pablo Casado estará inmerso en los problemas internos del PP que no son pocos. Y Rivera puede creer que su gran misión es hacer de Cs un fuerte y renovado partido de centro-derecha. Pero Pedro Sánchez tendrá que gobernar España, lo que implica saber que el frentismo moviliza y es quizás bueno para los mítines, pero no es un buen manual a la hora de gobernar.

Tanto en las legislativas como, según el CIS, en las europeas el voto en España está partido en dos mitades prácticamente iguales