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Opinión | Las cuarenta

La final

Ahora sí. El partido del domingo es una final en toda regla: gloria para los vencedores y el averno para los derrotados. Decir que está en liza la permanencia parecerá una obviedad, pero prefiero ese planteamiento al de jugarnos la tercera división, a riesgo de que el autor de tan resignado y cobarde enunciado de twitter confunda mi vanidoso empeño docente con una fobia hacia el equipo o a él mismo, que no merecen ninguno de los dos, el primero porque no concibo mi trayectoria vital sin el Castellón y el segundo porque no quiero entenderlo.

La final es lo que nos debiera ocupar. Siempre. Ni siquiera distraernos en los motivos que nos han llevado a tan dramática situación. Sólo la victoria. Y la misma depende exclusivamente de la superioridad sobre el contrario en forma de goles, al menos mientras el reglamento no valore otros argumentos. En ese objetivo del gol colaboran múltiples agentes externos, a favor y en contra, siendo su máxima cota la llamada presión ambiental que los melifluos convierten en perniciosa ansiedad. Pero tampoco es el único en la lista de detalles con capacidad de influir: desde la picardía de los protagonistas a una agobiante temperatura, pasando por intangibles como la fortuna, que también dicta sentencia de manera aleatoria. Pero obsérvese que no figura en mi listado el arbitraje: mal andamos si dependemos de las veleidades de un silbato.

Todo eso y mucho más forma tanta parte del fútbol como la táctica, la estrategia, la preparación física o la calidad técnica. Aunque a diferencia de estos, no se puede entrenar. Y todo son premisas que pasan inexorablemente por cada uno de los futbolistas, ergo por cada una de las personas que protagonizan la cita, y ninguno escapa a la condición humana, y con ello a la posibilidad del error. Pero hasta equivocándose, son los nuestros.

No entendería que una madre dejara de querer a su hijo por no haber aprobado una asignatura. Y ese es el instinto que debe prevalecer en la afición. Nuestro amor al escudo, a la bandera, al himno y a nuestra historia están por encima de todo. Orgullo tribal es el feliz término que acuñó Planelles en su día, y esa pasión no debiera depender de la categoría en que militemos, porque sería un sinónimo de moda pasajera.

- A vueltas con el convenio de cesión de Castalia. La prioridad del partido del domingo no es óbice para un apunte de actualidad, el que ha venido de la mano de la convocatoria de las elecciones municipales. Durante las últimas semanas han ido pasando todos los candidatos a la alcaldía de Castelló por el Real Casino Antiguo, y a todos se les ha hecho la misma pregunta, y no he sido yo, que no he asistido a ninguno. A excepción del PP, el resto de partidos ha coincidido en que la obligación de mejorar las condiciones estructurales de Castalia no está reñido con exigir un proyecto a los inquilinos, se hizo con David Cruz -y también ello contribuyó a desenmascararle- y no hay motivo para no seguir haciéndolo. Son esos mismos documentos que reclama un juez, aunque por otras cuestiones incluso más graves y que, increíblemente,se hurtan al ayuntamiento y a la justicia. Ellos sabrán, pero no pintan bien las consecuencias personales.

Pero lo peor de todo es enterarte que desde el club se ha llegado a amenazar a la alcaldesa, según confesó públicamente, y eso es una afrenta a toda la ciudad. Una vergüenza, y más utilizando el nombre del CD Castellón.

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