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Educación sin barreras

El cambio de centro educativo de los niños con discapacidad preocupa a las familias

Lavabo adaptado del CPEE La Panderola de Vila-real. c. g.

Repartidos por la provincia de Castelló hay siete colegios de educación especial. Son centros, equipados con profesionales y salas adaptadas, a los que acuden a diario niños con discapacidad. Niños como Rodrigo. Él tiene un trastorno de autismo severo, una epilepsia incontrolada, una discapacidad intelectual severa y no controla esfínteres. Su madre, Vanesa Pérez Padilla, intentó escolarizarle por la vía de inclusión en un colegio ordinario, pero tras muchas negativas y la falta de recursos, optó por el camino de la educación especial. Ahora, una reforma de la ley educativa por parte del Gobierno puede poner barreras al funcionamiento de estos centros.

El Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) acudió con una medida concreta a la reunión del Consejo Escolar con el Gobierno de España. Su propuesta era integrar a los niños con discapacidad en las aulas de los colegios ordinarios. La ministra de Educación, Isabel Celaá, ha transmitido su voluntad de incluir esta medida en el anteproyecto de reforma de la LOMCE. Llevar a cabo esta idea implicaría el trasvase de los 335 alumnos de Castelló a los centros ordinarios y el cierre de todos los colegios de educación especial de cara al año 2025.

Esta medida se ciñe a un convenio firmado con la ONU por el que no se puede discriminar a ningún niño con discapacidad en las aulas. Sin embargo, en muchos colegios ordinarios todavía hay bastantes carencias. Rodrigo es un niño dependiente y necesita una atención especial durante todo el día. «Él tiene unas clases adaptadas a sus necesidades para lograr que sea más autónomo», explica Pérez Padilla. Además, cree que hoy en día es difícil adecuar los centros ordinarios y dice con pesimismo: «Es imposible porque no hay recursos».

Adaptar todos los colegios implica varios desafíos. Deben acondicionar las infraestructuras y preparar al personal, ya que en la mayoría de centros no existen profesores especializados. En el C.E.I.P. Angelina Abad de Vila-real ya se aprecian algunos cambios. La directora del centro, Virginia Pilar Vicent, afirma que han adaptado las salidas de emergencia y el porche de infantil, pero todavía queda trabajo por hacer. «Estas pascuas hemos estado mirando como adaptar también el porche de primaria», añade Vicent. Desde el colegio apuestan por integrar a los niños en las aulas ordinarias. «La educación y el enriquecimiento está en la diversidad», declara la directora.

No obstante, la discriminación y el acoso preocupan a muchos padres. Arturo Peña escolarizó a su hija en el Colegio de Educación Especial Castell Vell de Castelló porque tiene discapacidad intelectual. «Mi hija iba a un colegio ordinario y venía a casa llorando porque la apartaban», afirma Peña. Además, cree que es mucho más segregador meter a todos los niños en un mismo colegio y crear un aula aparte. «A nuestros hijos les cuesta más aprender, pero les cuesta mucho menos olvidar», expone esperanzado Peña.

El método de estudio de estos niños es diferente. En el C.P.E.E. La Panderola de Vila-real no tienen libros. Los profesores diseñan e imprimen los materiales adaptados para cada alumno. La jefa de estudios, Lidón Morente, tiene cuatro alumnos en su clase y plastifica el material para que la saliva no estropee sus cuadernos. «No vienen las editoriales porque lo que ofrecen no sirve», comenta Morente.

Ella suele estar cerca de sus alumnos para adelantarse a cualquier reacción. Además, cree que si el número de alumnos aumentase su labor se complicaría. La ratio de alumnos por aula en los centros de educación especial se sitúa entre los tres y siete, mientras que en los centros ordinarios de la Comunitat Valenciana se sitúa en 25 alumnos en los ciclos de infantil y primaria; y 30 en Educación Secundaria Obligatoria.

Con tantos alumnos, Pérez Padilla cree que Rodrigo no recibiría la misma atención y no podría seguir el ritmo de trabajo de sus compañeros. «Mi hijo ahora debería estar en 6º de primaria y no tiene sentido porque él está aprendiendo los colores», asegura Pérez Padilla. Además, cree que tampoco podrían ponerle en una clase de infantil porque tiene casi 11 años y mide 1,45 m.

El director del C.P.E.E. La Panderola, Vicent Esteve, incide en que trabajan las competencias de los niños. «Puede que algún alumno no sepa los tres colores básicos, pero nos da igual si podemos potenciar la poca escritura que tiene para que pueda desarrollarse», afirma el director. Este es un aspecto que los padres valoran, pero les preocupa saber qué pasará después. La secretaria del colegio La Panderola, Amelia Florencia, asegura que los alumnos pueden matricularse solo hasta los 21 años.

Estos estudiantes afrontan algunas condiciones extra cuando terminan el periodo educativo. La presidenta del AMPA del Colegio de Educación Especial Castell Vell de Castelló, Guadalupe Pavón, piensa que el sistema educativo está diseñado para que su ocupación y su vida laboral sean siempre las mismas. «Cuando salen del colegio, entran en los centros ocupacionales de los que no salen hasta que se jubilan», explica Pavón. Los padres se quejan de no tener acceso a la enseñanza superior. «No es justo que nuestros hijos sean apartados del sistema educativo a los 24 años», afirma la presidenta del AMPA.

La colaboración entre centros también es importante para que los alumnos conozcan otras realidades. El C.P.E.E. Castell Vell realiza actividades conjuntas con el C.E.I.P Tombatossals. Tanto los padres como los profesores creen que la educación debe fundamentarse en la colaboración y diversidad fuera de los centros escolares. El traspaso de los niños a colegios ordinarios podría dificultar esta tarea.

«Yo soy partidaria de la inclusión y es la vía natural, pero no ahora y no así», comenta la madre de Rodrigo. Ella piensa que para poder hacer ese trasvase deberían hacer un gran estudio de recursos personales y materiales.

Y una vez que se hayan preparado los centros, habría muchos niños que no podrían estar en esa modalidad. Rodrigo tiene hipersensibilidad auditiva y no podría salir al patio con tantos niños. «Obligar a pasar a todos esos niños es una barbaridad porque allí no se podrán desarrollar», afirma Pérez Padilla. Todas las familias coinciden en que necesitan más ayudas y menos barreras.

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