Se salvó el Castellón a su manera, al final, en un escorzo agónico y feliz que dejó huella en Castalia. El Inmortal se tuvo que salvar un montón de veces. Primero sobreviviendo entre penurias durante un curso de lo más errático, para al menos llegar vivo a la última jornada. Después levantándose de un capazo de fallos inverosímiles en la primera parte, ahí también se tuvo que salvar el Club Deportivo. Luego cuando el Barcelona B se adueñó de la pelota y el partido, en el arranque de la segunda parte, ahí también evitó la muerte el equipo de Cano. Se tuvo que salvar tantas veces que cada esfuerzo dolía y crujía: en el minuto 84, con el gol tractoresco de Jairo, el chico de los goles milagrosos, ahí con el 1-0 pensó el Castellón que ya estaba salvado, pero no, aún tuvo que salvarse otra vez, cómo no, reventando el ataúd a puñetazos, porque el Castellón es el equipo que nunca se rinde. Empató entonces el Barcelona B, en el minuto 87 con un remate cirujano de Marqués, y el Castellón llegó al descuento necesitando un doble milagro: marcar un gol y esperar otro en un campo ajeno. Lo tenía que hacer y lo hizo. El Castellón se salvó por antepenúltima vez con el 2-1 de César Díaz, que tensó a la red una falta en la frontal del área; el Castellón se salvó por penúltima vez cuando al Conquense se le ocurrió empatar en el campo del Alcoyano, de rebote, y el Castellón se salvó por última vez con toda la tropa sobre el césped, con la tensión desbordando la bañera de Castalia, esperando los finales en otros campos, en máximo suspense.

La explosión de júbilo que siguió al final completo, a la buena nueva, la llamaremos alivio de permanencia.

La tarde fue larga en la Plana. El Castellón arrancó el partido mimetizado con el paisaje, que pedía sangre. El equipo de Cano salió a rascar y a intimidar al imberbe y mermado filial del Barça. Adelantó líneas para la presión, buscando el robo a lo vaquilla del Grand Prix. El rival tardó en entender que el albinegro, con un pequeño amago, pasaba de largo, y en ese rato de duda el Castellón rebañó un buen número de balones. Por ahí llegó la primera gran ocasión. En el minuto diez, un robo alto tras un mal pase del meta Carevic en la salida alumbró la casi clásica oportunidad sin portero. También se está convirtiendo clásico el desenlace: el primer tiro de Óscar lo sacó bajo palos un defensa, el segundo en escorzo de Castells lo repelió otro, y el tercero, de nuevo de Óscar y en el pico del área menuda, lo escupió el poste.

Ese triple ¡uy! preparó el terreno para el realismo mágico. Había empezado a llover, primero poco y luego mucho, dejó de llover y volvió a llover a la vez que caía un sol rotundo. Mientras, el Castellón seguía fallando ocasiones y en el resto de campos la tarde se llenaba de goles. Era todo demasiado confuso. El Barcelona B pareció despertar con la lluvia, y Oriol Busquets probó a Álvaro desde lejos tras un mal pase de Jamelli. En el 28, de repente, el albinegro César Díaz tiró un caño a Mingueza, y hubo quien se preguntó si ese, en la última jornada, era el primer caño que veía este año de un orellut en Castalia. El caso es que César se conectó al partido y acaparó desmarques en el interior del área. En el 31, César envolvió de volea un centro de Muguruza, y Carevic evitó el gol después de la carambola entre el palo y su propio cuerpo, llenando la grada de manos a la cabeza. El miedo a la fatalidad del destino no se borró antes del descanso. El primer tiempo acabó con otro remate de César, de testa y cruzado, esta vez directamente fuera.

Reanudación

Los resultados mantenían al Castellón en play-out al descanso. Del vestuario salió mejor el filial del Barcelona, que ya había memorizado el mapa de la presión del Castellón y sus trampas. El zurdo Collado cogió la pelota y a su vera el equipo visitante mandó en el partido. En el flanco, Kike Saverio desnudó las carencias defensivas de Muguruza. La pelota merodeó más de la cuenta el área de Álvaro, hasta que Cano recurrió a Pablo Roig y el Castellón recuperó la intensidad perdida, otra vez fiero y fuerte.

El Castellón recordó entonces que el árbitro dejaba pegar bastante. Los planes se simplificaron: palo y escoba en el robo y pases sencillos para subir a la ola buena de la banda, casi siempre la diestra. El conjunto orellut cosió a centros al filial. Percutió en el área para cazar remates o segundas jugadas. Pudo marcar Jamelli con un centro chut tras una bonita maniobra. Pudo marcar Gálvez pero eligió un pase atrás que no cazó nadie. Pudo marcar Cubillas al cabecear un centro de Muguruza, pero la pelota pegó en el poste.

Con el Castellón al abordaje, Cano sentó al central Regalón y recurrió al ariete Jairo, que rozó el gol en el primer balón que tocó: un cabezazo a quemarropa que desvió Carevic a córner. La marea subía en Castalia: pudo marcar otra vez Gálvez, pero su voleón de zurda se marchó fuera, cerca de la escuadra. En el minuto 84 ya no hubo peros. Muguruza hizo lo que mejor sabe, llegar y centrar, y templó una rosquita dulzona que embocó Jairo a la red, no se sabe muy bien con qué, si con el muslo o con el bajo vientre.

Castalia empezó a hacer cábalas, pero apenas hubo tiempo para el cálculo. En el 86 empató el Barça B sin hacer ruido, con un remate cirujano del juvenil Marqués. El 1-1 enredaba aún más un guión de lo más inverosímil, con la permanencia dependiendo de un montón de campos. El Castellón llegó al tiempo de prolongación en play-out, necesitando lo suyo y lo de los otros. Hizo lo suyo, porque Jairo provocó una mano en la frontal y César aseguró el gol por bajo, en la última acción del partido; y el fútbol le dio lo de los otros, porque en Alcoi, entre rezos y rituales, empató el Conquense.