"Cariño, vaya buscando otra casa». Lluïsa Pérez, portavoz vecinal del barrio de Mestrets, recordaba en 2014 en una entrevista en Levante de Castelló las palabras que le soltó el que era el director general del Instituto Valenciano de Vivienda (Ivvsa). La Generalitat y el Ayuntamiento de Castelló, gobernados entonces por el Partido Popular, pretendían construir un mega proyecto urbanístico de 6.000 viviendas en Mestrets.

Les «sobraban» las alquerías y los «masets» del lugar. En esa época, el exalcalde, Alberto Fabra, fichaba al arquitecto Santiago Calatrava para que diseñara un Centre de Convencions de 60 millones. Costó más de 2 millones y no se levantó ni una piedra.

Era la etapa de grandes fastos. Los gobernantes populares promovieron un urbanismo sin ton ni son. También anunciaron una sede en Castelló de la Universidad Virtual (VIU), un invento de Francisco Camps que finalmente vendió a un grupo privado. Para ello contactaron con un premio Pritzker como Frank Gehry. De aquellos años procede otra promesa extravagante como la Ciudad de las Lenguas, una iniciativa proyectada en el aeródromo del Grau de 200 millones de euros de presupuesto y que conllevaba una operación urbanística. En la retina quedan las afirmaciones del ex primer edil, Alfonso Bataller, cuando manifestó que la Ciudad de las Lenguas serviría para enseñar «indi» (idioma de la India).

Todo valía. Los autodenominados «liberales» utilizaban el dinero del contribuyente como si lloviera del cielo. Pero la «fiesta» se acabó y el estallido de la burbuja inmobiliaria puso a cada uno en su lugar.

El recuerdo de los años de «vino y rosas» viene a cuento por la actual revisión del Plan General de Ordenación Urbana de Castelló que encara el Pacte del Grau. La coalición progresista heredó un planeamiento anulado por la justicia y en el nuevo PGOU ha puesto racionalidad y cordura. Ahora se habla de coser la ciudad y no de grandes PAIs en el extrarradio. Es bueno no olvidar de dónde se viene. Las excentricidades y megalomanías del pasado se anunciaban hace solo cuatro años.

En estos momentos hay quejas por parte de vecinos de Crèmor y la Marjaleria. Puede que tengan razón; un Plan General no contenta a todo el mundo, pero en el caso de la Marjaleria cabe señalar el fracaso del plan especial de la zona de 2006, una actuación que naufragó por sus ambiciosas e irrealizables previsiones. En 10 años no legalizó ni una casa.