No es una fiesta más. Es la fiesta de Vila-real por excelencia. La Xulla fue anoche, como en cada festejo patronal o de calles y barrios, la celebración propia de una ciudad que se siente orgullosa de mantener una tradición que llegó a las conmemoraciones de Sant Pasqual y de la Mare de Déu de Gràcia de la mano de la primera corporación elegida democráticamente en Vila-real, liderada por el entonces alcalde, Bautista Carceller.

Y después de cuatro décadas como acto emblemático de las fiestas patronales, la de anoche fue la segunda edición de un evento que, desde el pasado mes de marzo es Fiesta de Interés Turístico Provincial. Y por ello, igual que ya ocurriera en mayo, Junta de Festes y Ayuntamiento volvieron a convocar a los vecinos a un encuentro de elaboración de allioli De nuevo, desde la Concejalía que lidera el edil Diego Vila se repartieron los ingredientes necesarios, así como morteros y delantales conmemorativos. De hecho, el allioli es uno de los elementos gastronómicos que no faltan en las mesas entorno a las que se reúnen peñistas, amigos y familiares para disfrutar de las buenas viandas que se degustan en una noche tan especial.

Fuego

El fuego volvió a ser el gran protagonista desde última hora de la tarde en las calles de la ciudad. Cientos de hogueras ardieron en todas las calles del municipio para, posteriormente, dar las brasas sobre las que se siguió con el ritual de la torrà, que supone el asado de cientos de kilos de cordero y embutidos como longanizas, butifarras, blanquets, chorizos o tàrbenes. Tampoco faltaron en muchos casals la careta de cerdo o el tocino bien tostados.

Es, la de anoche, una auténtica fiesta que, como siempre, saca a la calle a la mayor parte de la ciudadanía. Y para rematar la noche, la música tomó desde la plaza Major a numerosas calles y el recinto de la Fira Gastronòmica, con la actuación de orquestas.