Forman parte del paisaje, son seña de identidad de numerosas localidades de la provincia y forman parte de su tradición y modo de vida. Los naranjos son el emblema de la agricultura castellonense, que en los últimos años ha perdido el 25% de su extensión por el continuo abandono de tierras de cultivo. La falta de rentabilidad es el principal motivo que lleva a los labradores a dejar la que es, en muchos casos, la herencia familiar. Tras la última campaña citrícola, la más desastrosa que se recuerda, hay agricultores que han decidido tirar la toalla.

Ahora los huertos se dejan perder porque el labrador no logra ni cubrir gastos, pero también hubo años, aquellos de la bonanza económica y el boom urbanístico, que algunos vendieron sus fincas para construir ambiciosos proyectos que se quedaron durmiendo el sueño de los justos.

Las cifras hablan por sí mismas. Según datos de la Conselleria de Agricultura, la provincia ha reducido en un 25% la superficie destinada a cultivo en los últimos 20 años. En 1998 había 184.400 hectáreas de tierras de labranza, mientras que, en el 2018, esta extensión se redujo a 141.900, es decir, 42.500 menos. Sin duda, los cítricos son uno de los productos que más superficie ha perdido, pasando de 43.479 hectáreas a las 35.062 dos décadas después. También han disminuido las parcelas de almendro, olivar, cereales u hortalizas.

Distribución

El secretario general de la Unió de Llauradors i Ramaders, Carles Peris, lamentó que el abandono de huertos siga creciendo al no lograr beneficios en las cosechas. «Muchos pequeños agricultores que no son profesionales a tiempo completo optan por dejárselo porque pierden dinero», aseguró, al tiempo que remarcó que el factor clave para remediar esta situación y revertirla pasa por conseguir precios justos para los productores. Los vaivenes de la cadena de distribución y la competencia desleal por la entrada de carga de países como Sudáfrica son también dos factores a resolver.

Además de alcanzar unos beneficios dignos, se debe abordar en profundidad el problema del minifundismo en la citricultura para avanzar en la reagrupación de fincas que permitan profesionalizar el sector y aligerar costes.

En este sentido, como informó Mediterráneo esta pasada semana, el Consell prevé concentrar 15.000 hectáreas en Castellón en diez años. La reordenación se podrá hacer a través de cooperativas y propietarios privados y se prevé lanzar una línea de ayudas.

Peris recuerda que el abandono de los cultivos no solo afecta a la agricultura sino a la idiosincrasia de la provincia, por el negativo impacto visual que provoca si se piensa en el turismo, el problema cinegético que comporta con la marcha de especies al perder su hábitat, así como los problemas de incendios que pueden derivarse. Y es que la agricultura es, sin duda, el mejor cortafuegos natural que existe.

Por su parte, el presidente de la Federación Provincial de Agricultores y Ganaderos de FEPAC-ASAJA, José Vicente Guinot, considera «lógico» que haya quien opte por abandonar los huertos. «Los que nos dedicamos a esto, incluso cuando el precio es bueno, a veces no llega a compensarnos», subrayó Guinot, quien recalcó que es urgente conseguir que la agricultura sea una actividad rentable en la provincia.

En la mayoría de los casos, el perfil del agricultor que abandona es el de una persona mayor, jubilada, sin posibilidad de mantener por sí sola el cultivo de explotaciones heredadas de la familia con variedades que tienen un bajo valor comercial.

Previsiones halagüeñas

Tras una campaña «nefasta» en la que el sector ha alzado la voz y los agricultores han salido a la calle para pedir medidas de apoyo, las previsiones para esta campaña citrícola son halagüeñas, dado que hay prevista una bajada de producción de hasta un 30%, que deberá verse reflejada con importes al alza. «Los precios, aunque aún es pronto, parece que van a ser más elevados si nos fijamos en la lonja donde las cotizaciones están siendo buenas», explicó Peris. La temporada arrancará a mediados de este mes con las variedades más tempranas, como la clemenrubi y la orogros, después llegará el turno de la Marisol y, posteriormente, de la reina de las clementinas, la clemenules que está marcando un precio mínimo de 0,21 euros el kilo y un máximo de 0,41, mientras que en los tratos en el campo se está fijando en 0,30 euros.