Tras el crimen, los vecinos de Cabanes no podían dar crédito a lo ocurrido. Un veraneante, procedente de Madrid al igual que el parricida y que tenía cierta relación con él al poseer la plaza de aparcamiento contigua, asegura que jamás se «podía imaginar una cosa así». Su grado de estupor era aún mayor porque las hijas de este residente suelen jugar muy a menudo con la joven de 10 años. «Estoy hecho polvo. Espero que la niña pueda sobrevivir y estar con su madre», relata a este periódico antes de afirmar que este verano había visto «un poco triste y cabizbajo, más apagado que de costumbre», al presunto asesino.

Por su parte, Pili y Juan, propietarios de un apartamento, aseguran que escucharon «un fuerte golpe» pasadas las 3.30 de la madrugada del sábado al domingo. «Por el ruido parecía que alguien había tirado una botella, pero cuando nos asomamos a la calle vimos a un hombre postrado en el suelo en posición fetal. Fue muy desagradable ver esa escena», comenta la pareja de residentes.

En esta línea Manolo, otro vecino que vivía arriba de la familia, también destaca que escuchó «un golpe muy seco y repentino», aunque tardó en darse cuenta de lo que lo había provocado. «En cuestión de minutos, se presentaron aquí en la calle un montón de coches: Policía Local, Guardia Civil, ambulancia... Fue un jaleo tremendo. Los que seguíamos despiertos estábamos mirándolo todo bien atento», afirma.

Asimismo, este paisaje lleno de coches patrulla fue el que se encontró en su paseo matutino Gregorio, otro vecino de la zona. «Había muchísimo despliegue de agentes, tenía que ser algo grave», indica. Una tesis que confirmó cuando volvió a su apartamento, en una urbanización a escasos metros de adonde tuvieron lugar los hechos, momento en el que su esposa, Pilar, le contó la noticia. «Nos enteramos por el grupo de WhatsApp que tenemos la asociación de vecinos. Lo hemos visto por la mañana», detalla la mujer.