Gabriela Rivera, de 43 años, y su marido, Salvador Troncoso, de 45, reabrieron un bar en el pueblo de Cinctorres, junto a sus dos hijas, que actualmente cuentan con 10 y 12 años. Llegaron a España desde su Chile natal y aterrizaron primero en València, donde estuvieron residiendo hasta que, gracias al programa Reviu, se desplazaron a este municipio de Els Ports de 400 habitantes. «Me enamoré de las montañas de Castelló", reconoce Gabriela.

"Para nosotros es un sueño poder vivir aquí, porque el ambiente es maravilloso; estoy supercontenta de llevar el bar, la niña pequeña va al cole del pueblo (la mayor ya acude al IES de Morella) y llevamos una vida más tranquila», explica.

Eso sí, reconoce que «es un cambio y mentalmente debes estar preparado». No en vano la vida de estas personas da un giro de 180 grados, ya que no todo el mundo se acopla a los fríos inviernos en el mundo rural, en el interior de Castellón.

No es el caso de esta familia, que no duda a la hora de afirmar que su futuro «está en Cinctorres». «Las niñas se crían en un ambiente rural, para nosotros mejor que en la ciudad», dice. 

«Nos gusta mucho el ambiente rural de Vall de Almonacid»

Fernando, con su mujer y sus hijos se ha instalado en el municipio de Vall de Almonacid.

Por su parte, la familia compuesta por Fernando Collado, natural de Madrid, de 38 años; y su mujer Eli, de València, y 41 años, junto a sus tres hijos, de 9, 8 y 6 años, eligió instalarse en Vall de Almonacid por su proyecto educativo y calidad de vida, gracias al trabajo en equipo por el territorio de la entidad Interpreta Natura y la asociación Almedíjar vive. 

Iban en búsqueda de una vida «verdaderamente rural» y la encontraron en este pueblo de 280 habitantes. Antes de llegar a la provincia de Castellón estuvieron viviendo en Guadalajara y en la isla canaria de La Palma (antes de la erupción del volcán), hasta que el destino los llevó a este municipio del Alto Palancia.

«Nos gusta mucho esta zona porque los niños se pueden criar en un ambiente rural, donde se potencian las relaciones personales y tienen más libertad para entrar y salir», explica Fernando, que trabaja como educador ambiental.

Plenamente integrados en el pueblo, comenta divertido cómo son conocidos por los vecinos --la mayoría de ellos personas mayores-- desde su llegada: «Somos los canarios, porque veníamos de La Palma, y eso que mi mujer habla en valenciano».