Definiciones de inteligencia hay muchas, incluso en función de grupos profesionales. Así, psicólogos y neurobiólogos barajan matices que van desde el aprendizaje a la operatividad. Por ello, es necesario enunciar en su definición los procesos que implica, como son: las capacidades de razonar, planear, resolver problemas, pensamiento abstracto, además de comprender (símbolos, ideas y lenguajes) y aprender. Durante siglos la humanidad se ha empeñado en mejorar la inteligencia recurriendo a diferentes estrategias, algunas con sentido y otras no, algunas con éxito y otras más populares, muchas de las cuales adquiridas ya, sin evidencias científicas sólidas, como verdades en el colectivo social.

Desde hace 17 años algunas investigaciones mantenían que existía una relación directa y significativa entre escuchar música clásica, en especial a Mozart, y el desarrollo de una mayor capacidad intelectual. Así, numerosos padres expusieron el oído de sus bebés a las notas del compositor y pianista austríaco Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart (1756-1791), sobretodo desde que la revista Nature publicara los resultados del Instituto de Neurobiología de la Universidad de California (EE.UU); sus investigadores vieron un beneficio positivo de la música de Mozart sobre las «capacidades espaciales», mientras que otros vieron la posibilidad de un negocio; así comenzó la venta de música clásica destinada a los circuitos primarios interesados en la inteligencia humana, es decir, guarderías, colegios y los propios padres («mi hijo con Mozart, más listo»).

Sin embargo, estos días aparece en la revista Intelligence un estudio de la Universidad de Viena, ciudad en la que falleció Mozart a los 35 años, que afirma que escuchar su música no aumenta la inteligencia de los niños. La conclusión, que destruye un verdadero mito, se obtiene después de analizarse en detalle más de 40 estudios anteriores, que incluyen datos de 3.000 individuos. Por lo tanto, no hay datos convincentes que apoyen la idea de que la música de este fantástico compositor mejore las «capacidades espaciales», como son aquellas que nos permiten leer y comprender un mapa, o seguir las instrucciones de montaje de un aparato. Los investigadores austriacos recomiendan, como buenos compatriotas del músico, que todo el mundo escuche a Mozart, pero «sin la esperanza de mejorar sus capacidades cognitivas». Lo decía el poeta polaco, Jergy Lec, «la primera obligación de la inteligencia es desconfiar de ella misma»

Otro mito circulante sobre la inteligencia acaba de ser derribado en las páginas de la revista American Journal of Clinical Nutrition; me refiero a las bondades del aceite de pescado para mejora la inteligencia. La hipótesis original se mantenía por la observación que personas alimentadas con mayores cantidades de pescado tienen una mejor función mental y menos probabilidades de desarrollar una demencia. El estudio del London School of Hygiene and Tropical Medicine sometió a 800 individuos (libres de enfermedad mental) a la administración durante dos años, y diariamente, de medio gramo de ácidos grasos omega-3; en concreto de eicosapentaenoico (200 mg) y docosahexaenoico (300 mg), mientras los controles recibían cápsulas que contenían aceite de oliva (placebo). Los resultados no mostraron cambio alguno en las funciones cognitivas (inteligencia, memoria, percepción y aprendizaje) entre ambos grupos, y tras 24 meses de tratamiento. Por lo tanto, parece que el aceite de pescado no mejora la inteligencia.

Y como no hay dos sin tres, en el mes de marzo apareció en Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine un estudio que tira por los suelos la idea que ciertos videos y DVDs estimulaban en cerebro de los niños, con la esperanza que aprendan un mayor número de palabras. Los científicos de la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York sometieron, cinco veces al día, a esta visualización (programa Baby Einstein) a bebés entre 12 y 25 meses de edad, y evaluaron durante seis semanas si estaban aprendiendo palabras. La conclusión del trabajo es que ni mejoraron su aprendizaje, ni lo dificultaron.

Por último, también sabemos recientemente (Proceedings of the National Academy of Science) que los adultos mayores utilizan más sus lóbulos frontales en las tareas de memoria que los adultos más jóvenes, lo que favorece que los primeros sean capaces de ver las situaciones desde otros diferentes puntos de vista; esta habilidad facilita a los mayores mejores condiciones para establecer acuerdos en conflictos sociales. Así que más sabe el diablo por viejo que por...

¿Son los fumadores menos listos?

La respuesta se publica en la revista Addiction tras realizar una experimentación que incluyo el análisis de más de 20.000 soldados del ejercicio israelí. Los fumadores de cigarrillos tienen un cociente intelectual menor que los no fumadores, y cuanto más fuma una persona, menor es su coeficiente. Los jóvenes que fumaban un paquete de cigarrillos o más al día tenían cocientes intelectuales 7,5 puntos más bajos que los no fumadores. El cociente descendía conforme aumentaba el número de cigarrillos, de 98 para los que fumaban entre 1 y 5 a 90 para los que consumían más de un paquete. La puntuación entre 84 y 116 se considera un nivel de inteligencia medio. También estudiaron el cociente intelectual de 70 parejas de hermanos, uno de los cuales fumaba, y de nuevo el no fumador obtuvo mejor puntuación.