El llano de La Serranía que domina Villar del Arzobispo tiene aspecto de tierra vieja, pisada millones de veces. Hay muchos campos de secano, cada vez más huertos de regadío y también más terrenos invadidos por hierbas secas.

La sensación de que el ser humano siempre -bueno, casi siempre- ha estado ahí es inevitable. Y, sensaciones a parte, también hay pruebas tangibles. Y una de ellas, los restos del poblado ibérico de La Seña, ha sido noticia esta semana, miles de años después de que sus fundadores -agricultores, ganaderos y artesanos- se instalasen allí, y unos pocos cientos de años menos de que desapareciesen bajo el dominio romano.

La Generalitat ha declarado el recinto ibérico amurallado de La Seña -una aldea de unos 8.000 metros cuadrados (una gran parte aún sin excavar), y con una cronología que abarca desde el siglo VI hasta el II antes de Cristo- como Bien de Interés Cultural (BIC), la máxima figura jurídica de protección de un bien patrimonial en la Comunitat. Pero su descubrimiento es más fruto de la desprotección que del conocimiento. "Don Vicente, el maestro, siempre nos decía que allí había algo, pero creía que era de época de los moros", recuerda José Fabregat, propietario de la parcela en la que se encuentra La Seña. "Siempre que trabajábamos allí sacábamos piedras y cerámicas. Incluso cuando en época de Primo de Ribera hicieron la carretera a Bugarra, los obreros sacaron cosas". No es extraño pues que el pasado año, cuando se amplió esta carretera por la reforma de la CV-35, saliese a la luz otra parte del poblado que quedó parcialmente dañada por las obras.

Así pues, la existencia de La Seña era conocida, e incluso estaba referida en algún libro. Pero las instituciones no se interesaron realmente por el yacimiento hasta la década de los ochenta, al hacer José Fabregat uno de sus descubrimientos más importantes cuando transformaba el campo de viñas en frutales. "Yo estaba roturando el huerto y empezaron a salir piezas de cerámica, molinos de piedra y un ánfora grande", explica el propietario. "Me las llevé a casa y las guardé. Pero el ánfora la pusimos en el comedor e incluso un herrero le hizo un pedernal. En casa la tuve ocho o diez años y la gente venía a verla. Y así es como los de la universidad vinieron".

Dada la importancia del yacimiento y del peligro que corría (la pala excavadora del tractor destruyó gran parte de los muros), se solicitó en 1985 una campaña de urgencia cuyos resultados persuadieron al propietario de seguir transformando el campo, mientras que las piezas arqueológicas eran trasladadas al Museo de Prehistoria de Valencia. Se realizaron otras cuatro campañas hasta 1989, cuando los terrenos pasaron, en régimen de alquiler, a la Diputación de Valencia.

En los noventa se hicieron nuevos trabajos de restauración y a día de hoy, además de protegida y estudiada, La Seña forma parte de dos recorridos: la Ruta Ibérica Valenciana y la Huella del Hombre, que recorre los elementos patrimoniales más destacados de Villar del Arzobispo. Su alcalde, Eduardo Gómez, confía en que la declaración como BIC sirva para seguir investigando el yacimiento.

Una aldea bajo el dominio de Edeta

La fecha de abandono de La Seña, entre los años 175 y el 150 antes de Cristo es, tal vez, un poco posterior a la destrucción del Tossal de Sant Miquel por la conquista romana y reestructuración del poblado. El Tossal -que en la antigüedad se denominó Edeta- ejerció el control político y económico de un amplio territorio en el que se diseminaban aldeas y caseríos como el de La Seña y que quedaba delimitado por una red defensiva de fortines situados en la Calderona, como el Puntal dels Llops (Olocau). Hoy se pueden visitar dos grandes manzanas de casas de varios pisos. Con la declaración de La Seña como Bien de Interés Cultural, la Generalitat ha delimitado el entorno del poblado ibérico amurallado y la normativa de su protección.

Los usos permitidos del monumento serán todos aquellos que sean compatibles con la puesta en valor y disfrute patrimonial del bien y contribuyan a la consecución de dichos fines. Además, se mantienen los usos agrícolas y forestales existentes en la actualidad.

No se autorizará edificación alguna, quedan prohibidos el vertido de residuos y los movimientos de tierra, salvo aquellos que sean necesarios para su estudio y conservación.

En tanto no se apruebe el plan especial de protección, cualquier intervención que pretenda realizarse en el entorno de protección del monumento, requerirá la previa autorización de la Conselleria. La propuesta de intervención deberá definir su alcance e ir acompañada de la documentación oportuna, especificar la ubicación y adjuntar fotos que permitan constatar la situación actual y su relevancia patrimonial.