Vila-real perdió la noche de Reyes, víctima de una larga enfermedad, a Enrique Ayet, el segundo alcalde de este período democrático de la ciudad y diputado en las Corts Valencianes. Esta tarde, a las cinco, en la iglesia arciprestal, sus ciudadanos podrán despedirse de un alcalde bajo cuyo mandato la ciudad transformó su fisonomía. Hace apenas cuatro años, Ayet junto a su predecesor, Bautista Carceller, y su sucesor, Manuel Vilanova, recibía la medalla de oro de Vila-real como uno de los alcaldes de la democracia.

Enrique Ayet Fortuño tenía 60 años. Abogado de profesión, fue alcalde de Vila-real por el PSPV tras ganarle las elecciones del 8 de mayo de 1983 a Bautista Carceller Ferrer, de UCD, a quien sucedió en el sillón de alcaldía hasta el 28 mayo de 1995. Ese año cambió el salón de plenos del consistorio por el de las Corts Valencianes, donde fue diputado entre 1995 y 1999. Su relevo en el consistorio lo asumió el popular Manuel Vilanova.

Con la llegada del PP al ayuntamiento finalizaban los 12 años, tres mandatos con mayoría absoluta, de Ayet en la alcaldía de su ciudad. Ayet protagonizó en 1987 el capítulo de la segregación de les Alqueries, episodio trascendente en la historia local y que compartió con el entonces presidente de la Asociación de Vecinos de les Alqueries y posterior alcalde de la población con el CDS y el PP, Miguel Montés.

En esa larga década, la ciudad dio un vuelco importante. Bajo su mandato se hizo realidad el Auditori Municipal, las piscinas climatizadas, todas las mejoras en el entorno del Termet del ermitorio de la Mare de Déu de Gràcia o la urbanización de múltiples calles. Pero, sobre todo, imprimió un nuevo estilo de gobierno local donde en varios momentos chocaron la participación y el presidencialismo. Retirado de la primera línea política en 1999, dirigió su despacho de abogado donde prestaba asesoría urbanística.