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Nuestro río Turia, en su nacimiento, discurre o discurría por profundos tajos excavados en calizas y areniscas que no dejan ningún espacio para aprovechar sus orillas para los cultivos.

En su fluir hacia Valencia, sucedía justo todo lo contrario. Unos pocos kilómetros antes de desembocar en su inmensa huerta, en sus márgenes de la izquierda, incluso en Paterna -al igual que en la hondonada y junto la acequia de Tormos- se cultivaba arroz.

Nuestro río era tan caudaloso en la más remota antigüedad que fue navegable para los barcos fenicios y cartagineses,quienes remontaban aguas en busca de productos en los poblados ribereños. Posteriormente, en documentos medievales, vinculan el censo por la concesión de los permisos para navegar las barcas hasta las cercanías de Paterna. Marco, 1960 -en su argumentada publicación, ofrece la tesis de Valls, en el que se narra que el transcurso de la tercera década del siglo XV era navegable el río Guadalaviar. "(É) Alfonso el Magnánimo concedió en enfiteusis a Bernardo de Basaldú el derecho de tener barcas en el Guadalaviar desde Paterna al mar con censo de un morabitin de oro por cada barco que tuviese, todo ello para obviar los peligros que existían. Durante siglos, las arriesgadas gentes de los Serranos y del Rincón de Ademuz, sobrios moradores del norte de la provincia de Valencia, fueron los encargados de conducir, con pericia y en arriesgadas travesías río abajo, los troncos cortados de aquellos montes, hasta que concluían diestramente almacenados en la hondonada existente junto la Rambla (la antigua Rambla alcanzaba desde el Palacio Real (Viveros) hasta el actual Puente de las Artes). Todas estas cuadrillas de guías de las arriesgadísimas maderadas, eran considerados por su valentía y arrojo, con el calificativo de intrépidos.

La bravura de las cuadrillas

Rivalizaban en tan codiciada bravura y pericia las cuadrillas de gancheros conquenses que sobre el río Quélaza (Cabriel), eran quienes conducían la maderada al sur de la provincia de Valencia, concretamente hasta Alcira, en la Ribera Alta y, desde esa importante ciudad, eran reconducidos nuevamente los troncos hasta Cullera, en la Ribera Baja, y desde esta última población, se embarcaban hasta Denia, en la Marina Alta, donde existían unos expertos calafates dedicados a la construcción de barcos por experimentados mestres d'aixa.