Ciento cincuenta años, o más, las contemplaban, pero hoy ya son escombros. A las 08.30 horas de ayer, con una puntualidad que parecía ajena al paisaje, una excavadora inició el derribo de 48 de las 49 "Casetes dels Pescadors" del Puig, haciendo así valer la Ley de Costas y la sentencia del TSJ de la Comunitat Valenciana -confirmada por el Supremo- que desestimó el recurso a su demolición por ocupar la zona de dominio público marítimo-terrestre.Sólo una de estas pequeñas viviendas ha sobrevivido, no por tener más mérito sino porque su dueño se ha negado a asumir la demolición, tal como finalmente ha hecho el resto de propietarios. De todas formas, es cuestión de tiempo ya que la jefa de Demarcación de Costas advirtió de que si los afectados no querían demoler, lo haría el Ministerio de Vivienda y les pasaría a los vecinos el coste de la obra y de la recogida de escombros.

Cuando la máquina se puso en marcha, había allí muchos más periodistas que propietarios. Sólo dos de ellos -Ángel Durà y Salvador Romeu- permanecieron durante gran parte de la operación, más por vigilar su desarrollo -al fin y al cabo, han sido los "contratistas" obligados de la obra, que finalmente pagará el ayuntamiento- que por ganas de ver como sus casas de veraneo se iban a tierra.

"No se siente nada porque en el fondo uno ya está muerto", declaraba Salvador poco antes de romper a llorar. "Son muchos años; me criaron aquí, he criado, están criando. Son cinco generaciones las que tengo aquí, no es cualquier cosa".

Ángel, más entero en ese momento, destacaba que entre esos escombros quedaban enterradas las historias "de mis abuelos y mis tatarabuelos". "Ha sido un asalto de aquella manera, ya que nos dicen que las casetas no son nuestras porque no tenemos escrituras pero sí nos han hecho pagar durante años la contribución y la basura. Y encima nos obligan a pagar el derribo".