Sonia Castedo fue elegida ayer alcaldesa de Alicante con los votos de los 18 ediles que conforman el grupo popular, y que cuentan con la mayoría absoluta en el consistorio. Sin embargo, de la alegría del 22-M al conocer su abrumador resultado, la alcaldesa tuvo que aguantar un sonoro chaparrón que le propinó un grupo de «indignados» —varios centenares— desde el exterior del edificio. Castedo juró cargo en un pleno marcado por las sonoras protestas —las pitadas se escuchaban dentro— y protestaban contra la corrupción tras conocerse las supuestas ilegalidades en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), dentro del caso Brugal en el que aparece como implicada la alcaldesa popular.

Sin embargo, la alcaldesa se acordó de Santa Rita e hizo suyo el refrán de lo que las urnas te dan, no se modifica. «Lo que las urnas han dicho no puede modificarse en otros lugares», argumentó la primera edil. Quién prosiguió «considero necesario que entendamos que la política se dirime en los foros políticos y no en estamentos ajenos», leyó en su primer discurso que no fue escuchado por los dos concejales de EU, que al inicio de su intervención, abandonaron el consistorio para unirse a las protestas de la calle.

La alcaldesa, además, apostó por «trabajar desde la lealtad y honestidad» en este cargo «desde las más altas cotas de responsabilidad política». El resto de concejales, —ocho socialistas, dos de Esquerra Unida y el de UPyD— votaron a sus respectivos candidatos mientras Castedo les pidió aparcar «el resentimiento permanente y el sobresalto, cuando no el odio».