El sepulturero de Sax se encontró el jueves con un problema inesperado en el momento más duro para quien se dispone a dar el último adiós a un familiar o amigo querido al que va a enterrar. La caja del difunto no cabía en el nicho. Era un nicho de la zona nueva y, además, de la última tramada de sepulturas cuya construcción es muy reciente. El moderno féretro no entraba porque la parte de la cabeza era demasiado ancha para el nicho asignado, que era de tamaño estándar.

Viendo que se trataba de una misión imposible, el enterrador echó mano de la paleta del yeso e intentó rebajar, a golpes, el embellecedor externo que rodeaba el ataúd por la parte inferior. Pero no había manera de que la caja entrara en el hueco. Ni siquiera a empujones con la ayuda de otro compañero y del responsable de la funeraria.

Los familiares y amigos contemplaban la escena en riguroso silencio, pero algunos comenzaban ya a desesperarse. Así que al conserje no le quedó más remedio que tomar una drástica medida. Se fue a buscar la máquina radial y se empleó a fondo y con precisión para poder rebajar el féretro intentando, eso sí, minimizar los "daños colaterales". Los familiares del fallecido, disgustados con lo sucedido, formularon una queja que ha tenido una rápida respuesta y diligente disculpa por parte del concejal de Cementerio, Pedro Iborra.