Un cohete es un fuego de artificio que consta de un canuto resistente cargado de pólvora y adherido al extremo de una varilla ligera. Encendida la mecha que va situada en la parte inferior del canuto, la reacción que producen los gases expulsados le imprime un rápido movimiento hacia la altura donde estalla con fuerte estampido, según el Diccionario de la Real Academia Española.

No obstante, en la cultura popular valenciana, el cohete o coet es más que un artefacto; tiene alma. Sólo así se puede explicar que en el territorio autonómico pervivan más de 1.000 rituales de participación popular con cohetes de trayectoria errática o, como son popularmente conocidos, los borratxos.

Con todas sus denominaciones y las innumerables variantes, alrededor de 200 municipios acogen en sus fiestas tradicionales cordaes y passejades.

Si la directiva europea de 2007 hizo temer por su desaparición, el trabajo de Federació Valenciana d'Associacions d'Amics del Coet y la Federació de Dimonis i Diables del País Valencià con las diferentes administraciones ha dado como resultado el decreto autonómico del pasado marzo. Las medidas que incluye —entre ellas, los cursos de formación para organizadores y participantes en estas tradiciones— son hoy una oportunidad «no sólo para mantenerlas sino para potenciarlas», explican los aficionados.

El decreto clasifica las «manifestaciones festivas» con pirotecnia en tres grupos: las que están promovidas por profesionales; aquellas particulares de carácter esporádico, y las que llevan a cabo «Consumidores Reconocidos como Expertos (CRE), organizadas por ayuntamientos, asociaciones, entidades o grupos tradicionales, con personalidad jurídica y de manera ritual». Son estas últimas las actividades con participación de no profesionales, a los que se considera expertos por su conocimiento de la tradición y porque han superado ciertos cursos. El apartado engloba la cordà, con sus tres variantes; la passejà, con sus múltiples denominaciones; el correfoc y la despertà.

Orígenes en el siglo XVI

Según la federación de Amics del Coet, la cordà tiene su origen en la fiesta de Pentecostés, en el siglo XVI, que se celebraba en la Catedral de Valencia, cuando se colgaba un artilugio con la llum de Déu, con doce cohetes —los 12 apóstoles— que iban cayendo al suelo al arder la mecha.

Por los daños que ocasionaba, decidieron sacarla a la calle. La tradición se extendió a los pueblos del entorno y luego, al resto. Con el tiempo, evolucionó y además del artefacto o peça, los vecinos añadían sus propios cohetes.

Este es el origen de la coetà, la variante más extendida. Si hoy la cordà no tiene una asociación directa con el culto religioso —aunque se celebra dentro de los festejos de un santo, el Cristo o la Virgen—, no ha perdido para los conocidos tiradors el carácter de ritual. «Cuando estás dentro, estás en una cosa en la que crees», dicen. «Es una expresión espiritual que pasa de generación en generación», explica José Santolaria, de Amics del Coet de Picanya.

La cordà tuvo su auge en la primera mitad del siglo XX y en los años 70 y 80 llegó el declive por los daños ocasionados, la normativa local «demasiado estricta» y la falta de protección.

Desapareció en muchos pueblos. En los años 90 llegaron nuevas regulaciones, diferentes en cada localidad y fruto de las negociaciones de coeters y ayuntamientos. El decreto deja abiertos los elementos propios locales, que habrán de fijarse con el consenso.

La «passejà»

Otra tradición con uso de borratxos y origen religioso es la passejà. Según la federación, tiene que ver con el uso del fuego en actos como las procesiones donde se comparte «la llum de Déu».

Existen referencias de la segunda mitad del siglo XVI en Valencia en la fiesta de Sant Vicent Ferrer. La passejà es una manifestación organizada con participación de los ciudadanos que desfila en procesión con cohetes a los que se impide el movimiento al llevarlos con tenazas. Acompaña a imágenes religiosas en sus traslados y tiene carácter de ofrenda.

Aunque no existen variantes, tiene múltiples denominaciones. Para Xavier Gadea, de Corretraca de Aldaia, tiene un fuerte componente espiritual: «Cuando los tiradors avanzan delante de la imagen hay un momento en el que ofrendas, agradeces, pides o haces compromisos personales. Eres consciente de que eres el eslabón de tradiciones centenarias».

Cinco variedades de cohetes y dos especiales de «cordà» y «passejà»

Los cohetes de trayectoria errática que actualmente se utilizan en las tradiciones tipificadas en los dos grandes grupos —la «cordà» y la «passejà»— se clasifican en función del número de salidas o «eixides» que tienen en su recorrido. Así, las cinco variedades principales son las de cohetes de cuatro, seis, ocho, diez y doce salidas. Los tres últimos también reciben el nombre de «coetot». Estas cinco modalidades pueden ser, a su vez, con paradas —marcan cada salida— o de «foc seguit». Además, existen dos clases especiales de cohetes para actividades concretas. Así, el «coet de luxe» es el que se utiliza en la «passejà». En este caso, el artefacto convencional se complementa con una serie de añadidos a continuación de la mecha que aportarán sonido —silbidos— y colores que embellecen el espectáculo. La otra clase especial es la «femella», para la «cordà» que se prende y cuando la combustión llega al final salen del interior los hijos, siete o nueve cohetes de menor tamaño. Los cohetes pueden tener desde 14 a 25 milímetros de calibre y desde 15 a 25 centímetros de tubo, según el tipo. El «coet de foc gelat» es otra variedad especial para estas actividades cuando participan niños porque no tiene trueno —explosión final— y las chispas no queman.