Un minuto da para mucho. Tal vez durante los sesenta segundos que duró el silencio en conmemoración de Cipriano Esteve, alcalde de Gátova fusilado en 1939, su hija, sus nietos y sus bisnietos viajaran en el tiempo y vieran a su ser querido cavando junto a otros condenados a muerte la fosa común en la que después serían arrojados sus cadáveres. O tal vez prefirieran trasladar sus pensamientos a un recuerdo más feliz, como cuando Esteve construyó las primeras escuelas de esta localidad durante su mandato. Sea como fuere, ayer, por fin, 73 años después, los familiares del alcalde republicano pudieron enterrarlo en el cementerio de la localidad y homenajear su memoria acompañados de sus convecinos.

"Estoy nervioso, emocionado, confuso", comentaba minutos antes de comenzar el acto el nieto del alcalde, también de nombre Cipriano. Alrededor de las 12 y media de la mañana, la plaza del ayuntamiento de Gátova se encontraba llena hasta la bandera. Centenares de personas quisieron mostrar su apoyo a la familia de Esteve, quienes finalmente han cerrado una herida abierta hace demasiado tiempo. Adelaida, la hija mayor del alcalde, pudo a sus 87 años enterrar a su padre.

Y es que los restos Esteve han regresado a su pueblo natal tras la exhumación de una fosa común en el exterior del cementerio de Segorbe. Desde que en 2007 se aprobó la Ley de Memoria Histórica, el alcalde socialista de esta localidad, Leopoldo Romero, ha querido devolver a los familiares sus restos.

El acto se inició con un homenaje en el consistorio. La sala de plenos se quedó pequeña para la multitud que allí se encontraba, así que el resto tuvo que escucharlo desde la calle gracias a altavoces. Matías Alonso, coordinador de la fundación Societat i Progrés, dedicó unas palabras a la memoria del alcalde fusilado, recordando también "el papel fundamental" desempeñado por el juez Baltasar Garzón con relación a la memoria histórica. Tras su discurso, tomó la palabra el alcalde de Gátova.

Uno de los momentos más emotivos fue sin duda cuando el edil leyó la carta de despedida que el condenado a muerte escribió poco antes de recibir los siete tiros que acabaron con su vida. En ese momento, las mentes de los allí presentes se trasladaron siete décadas atrás y escucharon a un atormentado Esteve (a través de la quebrada voz del alcalde Romero), pedirle a su mujer que cuidara de los niños en su ausencia. Y entonces llegó el minuto de silencio, acompañado por "els Ocells", de Pau Casals. Los aplausos, de dentro y fuera del consistorio, pusieron fin a ese lapso de recuerdos empañados de tristeza e impotencia.

Entre los asistentes, muchos alcaldes de las localidades cercanas como Serra, Olocau o incluso de l'Eliana. También acudió al acto Carmen Martínez, secretaria provincial del PSPV de Valencia.

Por "un hombre bueno"

"Mi tío era un hombre bueno. Las penas quitan más vida que los años", explicaba entre lágrimas Antonio, uno de los sobrinos de Esteve. A pesar de sus 84 años, Antonio acompañó en comitiva al resto de la familia y a los centenares de presentes hasta el cementerio. El padre Rodrigo, párroco del pueblo, recitó emocionado las palabras del que fue ministro de la II República, Luis Lucia, político valenciano condenado también a muerte. Concluyó el cura visiblemente emocionado con las últimas palabras un discurso de Manuel Azaña de 1938: "paz, piedad y perdón". Los familiares del alcalde republicano de Gátova parecieron comprenderlo.