Eran las 6 de la mañana del 31 de octubre de 1940, cuando el oficial al mando del pelotón de fusilamiento dio la orden de fuego a los soldados de la guarnición de Gandia que tenían que formar parte de un macabro final que se había iniciado unos días antes, el 16 de octubre, con un intento de fuga masivo de la prisión de las Escuelas Pías de Gandia. Según testimonios orales, a la orden de fuego los condenados comenzaron a dar vivas a la República. A pesar del nerviosismo, los gritos pronto fueron sofocados por el pelotón. Terminaría así uno de los episodios dramáticos de nuestra historia, un hecho atroz no atípico en aquellos primeros meses de posguerra. Hubo miles y miles de fusilados en todas las prisiones y cementerios de España mediante la justicia militar.

En Gandia, a las 6 de la mañana, morían 20 jóvenes que habían luchado en el bando republicano y que se encontraban entre los perdedores de una cruenta guerra civil. Eran: Enrique Vercher Mifsud, de Tavernes de la Valldigna; Emilio Ferri López, de Anna; Roberto Selfa Novell, de Gandia; Salvador Vidal Marqués, de Xeraco; Manuel Martín Collado, de Daroca; José Exposito Espert, de Sollana; Francisco Figueras Nicolás, de Ontinyent; Vicente Mahiques Mateo, de Cullera; José Cháfer Soler, de Simat de la Valldigna; José Giner Gasent, de Beniopa; Luis Chorques Pérez, de Tavernes de la Valldigna; Alfredo Mas Colubi, de Cullera; Juan Esteve Porqués, de Moixent; Emilio Enguix Talens, de Tavernes de la Valldigna; José Cuevas Moragues, de Càrcer; Ramón Coll Sanz, de Gandia; Antonio Orengo Damiá, de Beniopa; Salvador Mayor Pallarés, de Beniopa; Francisco Todolí Asensi, de Tavernes de la Valldigna, y Antonio Corral Melo, de Cullera.

Ese mismo día, el director de la prisión, el vallisoletano Carlos Agudo Cruz, informaba al juez militar de Gandia del intento de fuga que había sido abortado. En dicho informe Agudo decía que habían sido unos 75 reclusos, los de la Primera Compañía, los que estando disfrutando de la hora de paseo, sobre las 16.30 horas, intentaron la fuga con el lanzamiento de una especie de bombas de mano, al tiempo que lanzaban piedras a los centinelas de la prisión, iniciando el asalto a la garita e intentado forzar la puerta que daba a la calle de Sant Francesc de Borja. Los centinelas tuvieron que abrir fuego contra los reclusos, resultando heridos dos de ellos, uno de gravedad.

¿Qué es lo que condujo a los presos al intento de fuga en una prisión situada dentro de la ciudad de Gandia, y con pocas posibilidades de éxito? Tal vez la desesperanza y el sentimiento de que pronto iban a ser fusilados. No tenían nada que perder. Eso es lo que afirmaba uno de ellos, el vecino de Càrcer José Cuevas, de 23 años y campesino de profesión, que en su declaración ante el juez militar, decía que, «el ambiente que existe en esta compañía es que a todos cuantos ingresan en la misma se les ha de aplicar la última pena, los reclusos existentes en ella tenían la constante idea de ver por qué medio conseguían la evasión€».

Este preso en una segunda comparecencia se declaró el autor intelectual del intento de evasión. Posiblemente quería salvar a sus compañeros, aunque reconoció que 14 de ellos estaban al tanto. Con ello pedía a las autoridades militares «la máxima benevolencia con sus compañeros€ ya que el resto de la compañía no tenía conocimiento de los planes».

El plan era provocar la confusión mientras los presos estaban en el patio. Para ello se lanzaron dos botes de hojalata con glicerina, colillas y migas de pan para que dieran la sensación de ser bombas, y provocar una avalancha que permitiera saltar las tapias, abrir las puertas y escapar. Uno de los testigos llegó a afirmar que Emilio Enguix, de Tavernes de la Valldigna, le comentó que tras la escapada marcharían hacia el Brosquil, en donde tenían un depósito de armas, en la partida del Marenyet y en el campo de El Solo. Según los peritos armeros que comparecieron ante el juez, esta especie de bombas de mano estaban hechas de trapos, boquillas de fumar, fichas de dominó y mecha que, en caso de haber ardido, solo hubieran provocado pequeñas llamas.

La mayoría de presos declaró que tenían conocimiento del intento de fuga, que ignoraban quién la había planeado, que estaban paseando o que se encontraban en el retrete, etc. Otros informaron al juez de los nombres de presos que estaban en el proyecto de evasión, pero la mayoría negó su participación. Los interrogatorios fueron el 17 de octubre. En algunos casos, como en la declaración de Luis Chorques, se suspendió después de 10 minutos debido al nerviosismo del encausado, lo que induce a pensar en los métodos que se utilizaron.

El mismo día el juez militar José María Climent Lloret dio por buena la versión del director de la prisión y el teniente auditor acordó el día 19 iniciar Consejo de Guerra. La Fiscalía de Guerra formuló las conclusiones y señaló que «procede imponer a los procesados la pena de Reclusión Perpetua a Muerte».

El 20 de octubre se constituyó el Consejo de Guerra en Gandia. Lo presidía el comandante del Ejército de Tierra del Regimiento de Artillería 43, José Calvo García Tejero. Para sorpresa de todos, el fallo fue anulado el 23 de octubre por el el capitán general de la Tercera Región Militar, Enrique Cánovas, ya que, según la Auditoría de Guerra, el Consejo de Guerra era nulo, pues fue presidido por un comandante, en lugar de un teniente coronel o coronel, al tiempo que las diligencias fueron realizadas sin presencia de un defensor.

En el nuevo consejo del 26 de octubre, esta vez sí presidido por el coronel del Regimiento de Ingenieros número 3, César Cañedo Margüelles y Quintana, el fiscal calificó los hechos como «adhesión a la rebelión» e insultos a los centinelas, solicitando para todos la pena de muerte. El defensor pidió una pena menor. Finalmente los acusados se manifestaron inocentes y según el acta del Consejo de Guerra, «suplican benevolencia».

Ese día se dictó sentencia: todos fueron condenados a muerte. El defensor adujo ante el capitán general que la mayoría de los procedimientos que se habían adjuntado al sumario no habían concluido y no debían influir en la sentencia. La mayoría de los presos republicanos tenían otros procedimientos abiertos por otras causas y el Consejo de Guerra hizo que las indagaciones, aunque no estuvieran terminadas, sirvieran de base para acusarlos. El 28 de octubre, el auditor propuso que el escrito del defensor no se tuviera en cuenta. El día 30 el capitán general dio la conformidad a la sentencia y se notificó a los reclusos, que se negaron a firmarla.

Así se fusiló a los 20 presos republicanos en un Consejo de Guerra Sumarísimo, todos ellos trabajadores. Personas que había luchado en el bando perdedor. Y para los perdedores no hubo clemencia. Miles de españoles siguieron la misma suerte, sin tiempo para defenderse, acusados en muchos casos de «adhesión a la rebelión», algo inverosímil, ya que los que juzgaban eran quienes se habían sublevado. El mundo al revés. Un mundo que duraría 40 años.

* El autor agradece la aportación del historiador Antonio Calzado.

La «Budella» fue la única mujer fusilada en Cullera tras la guerra

La cullerense Rosa Font Beltrán (1910-1939), conocida como «la Budella», era una mujer republicana, casada y con tres hijos que, a pesar de no haber estado destacada en la vida política local en la II República, se convirtió en la única mujer de Cullera condenada a muerte y fusilada por el régimen franquista tras acusarla de participar en la quema de la iglesia de los Santos Juanes.

Su nieta, Tundra Nácher, cuenta que «no podía ver injusticias, si pasaba una mujer pobre pidiendo, la primera falda o blusa que veía se la daba». El interés de Font por mejorar las condiciones de vida le hizo afiliarse al Partido Republicano. En 1936, al iniciarse la Guerra Civil, se trasladó a Cullera. En esos años, protagonizó incidentes como el día que impidió votar a un grupo de monjas, vigilando un colegio electoral con fusil y cuando ocupó con su marido una casa de una familia adinerada. Tras la guerra fue acusada de participar el la quema de los Santos Juanes, que se había producido en 1936, una acusación sobre la que existen dudas ya que su familia alega que este día estaba en un desfile en Valencia. p. b. cullera