Los recortes médicos aplicados por la Conselleria de Sanidad en este mes de febrero han golpeado con fuerza a las familias más necesitadas. Si este periódico publicó el jueves la historia de una joven de Antella con 95% de discapacidad a la que ahora se la considera activa laboralmente y tiene que pagar sus medicamentos, el caso de María Josefa Briz Ortega, de Alberic, no es menos denigrante. "Sólo pido que me dejen como estaba antes. No quiero que me den más pero tampoco que me quiten", reclama esta madre de 55 años que lleva toda una vida dedicada a su hijo, Vicente, de 35, con parálisis cerebral a causa de asfixia en el parto. La familia no cobra por la Ley de Dependencia, y tan sólo recibe 500 euros de pensión por el grado total de minusvalía que padece Vicente y que se han visto reducidos ligeramente a principios de año. Eso, unido a que a partir de este mes de febrero tendrá que hacer efectivo el 40% de los medicamentos que antes no pagaba por su condición de pensionista. Todo esto supone para la familia un desembolso de cerca de 500 euros en pañales, alimentación por sonda, antibióticos, calmantes, antisépticos y una larga lista de gastos que antes costeaba la Seguridad Social y que ahora, debido a los recortes, deberá hacer frente la familia de Alberic.

María Briz denuncia su situación porque, según comenta, "no puedo hacerme cargo de todo esto, ya que yo tengo un 65% de minusvalía por una operación a corazón abierto y mi marido, de 61 años, está en el paro sin percibir ningún tipo de subsidio". A esta situación se une el pago de una hipoteca y la manutención de otra menor de 12 años. "Así no se puede vivir -añade María-, cuando veo a mi hijo y sé que no puedo darle ni siquiera lo más básico porque un montón de políticos han decidido cortar por los más indefensos, me hierve la sangre y me siento impotente, porque yo les pregunto a ellos ¿si ustedes tuviesen un hijo como el mío no lucharían hasta el final para que tuviese por lo menos una vida digna? Pues eso es lo que tenía Vicente, una vida sin lujos pero digna. Pero ahora ni siquiera podré costearme su alimentación, toda ella preparada y con un coste de unos cien euros semanales".

A Briz se le llenan los ojos de lágrimas fruto de la impotencia y añade: "Llegaré donde haga falta porque sólo pido lo que, por derecho, se me dio hace años y que por la mala gestión de los que mandan, que nos han llevado a la ruina, tengo que pagar yo y mi familia, aunque sobre todo mi hijo, un inocente que no entiende de crisis y que tendría que poder vivir con un poco de dignidad".