La casa-palacio de la primera duquesa de Sueca languidece en la céntrica plaza madrileña del Duque de Alba. Mientras su propiedad se debate en los juzgados, el ayuntamiento, que lo expropió hace unos 15 años, ha decretado su derrumbe, pese a gozar de la máxima protección. El asolamiento de la gran mansión, de 7.200 metros cuadrados, ha sido paralizado por la fiscalía.

El edificio que sirviera de escuela para los hijos de los criados de Carlos III fue objeto de una reforma para transformarlo en una gran residencia nobiliaria. A principios del siglo XIX pasó a habitarla la duquesa de Sueca, María Teresa de Borbón y Vallabriga, esposa del primer ministro de Carlos IV, Manuel Godoy. El rey Carlos IV creó el ducado para su hombre de confianza en 1804, a quien ya había concedido el ducado de la Alcudia 12 años antes, en 1792. El monarca también le otorgó el título de Príncipe de la Paz, con el tratamiento de Alteza Serenísima.

Carlos IV declaró en 1802, según relata el Padre Amado de Cristo Burguera en su «Historia fundamental de Sueca y sus alrededores», que «vendía Sueca con los derechos que tenía el Maestrazgo por el valor de cinco millones y medio de reales a Manuel Godoy, el cual, posteriormente, entró en posesión del Señorío de Sueca con el título de Ducado de Sueca y de la Albufera». Hasta entonces los derechos señoriales sobre Sueca pertenecían a la Orden de Montesa. El título nobiliario concedía los derechos de pesca en el lago correspondientes al «Señor de la Albufera». Así, ostentaba el señorío de Sueca con el título anexo de duque, la propiedad de agua y riegos y plena jurisdicción sobre la villa. De hecho, el Ayuntamiento debía solicitar autorización al duque para realizar determinadas actuaciones sobre pagos de tributos y festejos.

Si con la compra de Godoy se cerraba un ciclo de cinco siglos de presencia de la Orden de Montesa en Sueca, el período de los privilegios del nuevo ducado sería más efímero. El Gobierno surgido de las Cortes de Cádiz decreta en 1811 la abolición de los señoríos, el vasallaje y otros derechos feudales. Sin embargo, en 1837 durante la regencia de María Cristina de Borbón, la ley de abolición de los señoríos facilita que los señores recuperen plenamente los derechos sobre sus propiedades.

El pleito de Carlota Godoy

La primera duquesa consorte de Sueca, que también ostentaba los títulos de Condesa de Chinchón y marquesa de Boadilla del Monte, se separa del duque en 1808, año en que se produce el Motín de Aranjuez. Su marido es detenido y confiscadas sus propiedades.

La separación y el exilio de Godoy con la única hija del matrimonio, Carlota Godoy y Borbón, abre la puerta a un largo litigio de María Teresa para recuperar los derechos sobre las posesiones perdidas. El pleito finalizaría en 1829, meses después de su fallecimiento. Así, su hija Carlota pasa a convertirse en la segunda duquesa de Sueca, quien litigó, desde 1837 hasta las últimas décadas del siglo XIX, contra el ayuntamiento para evitar la extinción de los derechos señoriales.

«Los dos grandes gastos del Ayuntamiento de Sueca en el siglo XIX eran el mantenimiento del "cordó" o mota y el pleito planteado por la duquesa», cuenta el historiador y bibliotecario municipal Josep Antoni Carrasquer. Y en un segundo orden «a partir de 1838 la construcción y mantenimiento de la muralla para la defensa de la población», añade.

El decreto de las Cortes de Cádiz de 1811 caló en la población de manera que se le encomendó a Bartomeu Ribelles, cronista de la Ciudad y Reino de Valencia, un informe en el que basarse para la defensa de los intereses del Ayuntamiento de Sueca. El original que entregó en 1814 se conserva en el Archivo Municipal. Un colectivo de suecanos preocupados por recuperar la historia local lo publicó en 1983.