El Ayuntamiento de Gandia puso ayer nuevamente de relieve la envergadura del problema social que supone la ocupación ilegal de viviendas abandonadas, la mayoría de ellas propiedad de bancos, y los destrozos que causan en las mismas personas que, generalmente, las usan como escondite para actividades como la prostitución o directamente para delitos, como el tráfico de drogas.

Lo más significativo de la operación llevada a cabo ayer no es que con ella se alcance el número de 136 pisos y casas desalojadas y tapiadas, sino su ubicación y características. El alcalde de la ciudad y el operativo policial que participó en esa actuación no viajaron a ninguna zona marginal o área urbana donde las viviendas son baratas, sino a la segunda línea de la playa de Gandia.

Es allí, en el número 46 de la calle del Mare Nostrum, a solo 50 metros del mismísimo escaparate turístico que es el paseo marítimo gandiense, donde se encuentra un bloque de ocho preciosos apartamentos que habían sido ocupados por personas que, según indicó el ayuntamiento, se dedicaban a la venta de drogas, al hurto y a la práctica de la prostitución.

Eso, para más inri, ocurría en pleno verano, la época de mayor actividad turística de la playa y el momento en que, de haber estado en condiciones, los ocho apartamentos se habrían podido alquilar para conseguir una rentabilidad económica de ellos.

En vez de eso, que debería ser lo normal, los agentes de la Policía Local, acompañados del alcalde y del delegado de Seguridad, Javier Reig, se encontraron con otro de esos espectáculos difíciles de creer. Pisos destrozados, con los elementos de iluminación, agua y saneamiento arrancados y, en algunos casos, comida en estado de descomposición que desprendía un olor nauseabundo. Era tan elevado el nivel de insalubridad que en algunas de las ocho viviendas tapiadas se tuvo que entrar con mascarillas en la nariz, según explicó el alcalde de la ciudad, Arturo Torró, metido en una auténtica cruzada para poner fin a esta situación que, como ya ha quedado comprobado, es de una envergadura mucho mayor de lo que se podía pensar.

El jefe de la Policía Local gandiense explicó en ese mismo lugar que en estos ocho apartamentos de la calle del Mare Nostrum han llegado a vivir más de 12 personas de forma cíclica, y eso ocurre porque, cuando se ocupa una de las viviendas, sirve de «efecto llamada», generando que en pocos días otros vayan entrando en el resto de los inmuebles desocupados.