Hasta en tres ocasiones marines de la Sexta Flota norteamericana visitaron Algemesí hace ahora 60 años. Muchos vecinos de la ciudad recuerdan aún hoy aquel episodio. Especialmente las dos últimas expediciones cuando los soldados se lanzaron en plena semana taurina a lidiar con las vaquillas en la calle Montaña con más de un revolcón, improvisaron un partido de béisbol en el campo de fútbol de la carretera de Guadassuar y dejaron abundantes consumiciones y propinas en los bares y cadafales de plaza de toros.

Unos 300 marines, de los cerca de 20.000 que habían desembarcado en el puerto de Valencia, se dejaron ver por Algemesí en septiembre de 1954 y de nuevo en el mismo mes de 1955. La ciudad aún recuerda hoy el revuelo.

La historia la ha recuperado el profesor Lluís Escartí en la revista municipal Berca y supone uno de los primeros desembarcos masivos de tropas americanas en España tras el acuerdo de 1953, que permitió a la dictadura franquista abandonar el aislamiento en el que estaba sumida tras la derrota de los fascismos europeos en la segunda Guerra Mundial, a cambio de ceder bases a EE UU.

De las visitas de septiembre de 1953 y 1954 queda la memoria colectiva e imágenes que un helicóptero de la Armada que acompañaba a las tropas tomó en vuelos a baja altura sobre Algemesí, un hecho que tampoco pasó desapercibido para el vecindario de la época. El propio Escartí, que tenía 11 años, lo recuerda: «A muchos nos impactó la presencia de aquellos chicos tan altos y bien plantados de impoluto blanco, que hablaban una lengua extraña, que fumaban tabaco rubio y que tenían muchas ganas de fiesta».

Contratos de arroz y verduras

La primera toma de contacto entre los marines y la ciudad de Algemesí se había producido un año antes a través del alcalde de la época, Salvador Castell, que había contactado con el almirante jefe de la VI Flota, Thomas Combs, por una cuestión puramente económica. Su objetivo era que empresarios de Algemesí pasaran a convertirse en proveedores de la armada americana, que tenía su sede en Nápoles, pero que requería de víveres cuando atracaba en los puertos de Valencia, Palma o Barcelona.

El historiador local también recupera la memoria de dos vecinos de la localidad, que hicieron de traductores durante aquellas visitas de las tropas estadounidenses a la Ribera. Uno de ellos era Salud Cerveró, oficinista de un almacén de naranjas e hija de un emigrante que vivió cinco años en Estados Unidos y el otro Rafael Olmos, un policía municipal que ejercía también de barbero y que había emigrado a Cuba, donde aprendió inglés.