«Pese a estar separados por miles de kilómetros, la boda fue muy emotiva, tanto que todos acabamos llorando». Carolina Gómez, la novia que el jueves se casó a través de Skype durante una ceremonia civil en el Ayuntamiento de Torrent y de la que Levante-EMV informó ayer, está feliz por el enlace. Reconoce que al final, lo que se había planteado «como un mero trámite» acabó resultando «una boda de verdad, con lágrimas y todo».

La historia de Carolina Gómez y Juan Sebastián Carreño (su marido) comenzó en Colombia, cuando ambos eran niños. Sus familias «se conocían mucho» pero la relación se cortó cuando ella vino a Valencia a vivir junto a sus padres y su hermano Camilo (el mismo que el jueves actuó por poderes como novio). Aquí permanecieron quince años hasta que, en 2012, ella se quedó en paro y regresó a la capital colombiana, Bogotá. Fue allí donde, «por casualidad», un buen día se encontró con Juan Sebastián, se reconocieron y empezaron a verse. Al cabo de unos meses, ya se habían convertido en pareja.

En 2014, él encontró empleo en Lisboa y Carolina decidió retornar a Valencia «para estar más cerca» de su novio, a apenas una hora de avión. Fue entonces cuando ambos decidieron casarse. En septiembre, ella comenzó «a mover los papeles de la boda». La intención de la pareja era desposarse „aunque fuese por poderes„ y, una vez convertidos en marido y mujer, solicitar la reagrupación familiar y poder estar por fin juntos. Los trámites se retrasaron y «la autorización judicial no llegó hasta casi un año después: el 30 de junio», cuenta Carolina.

Ese mismo día, ella fue al Ayuntamiento de Torrent y pidió fecha para la ceremonia. «Me apetecía que mi novio y mi padre también estuviesen presentes en la ceremonia, aunque fuese por Skype, y pregunté si había conexión a Internet», relata la recién casada. Al decirle que sí, propuso «llevar dos tabletas para que estuviesen encedidas en la ceremonia» y se encontró no sólo con el beneplácito del gobierno municipal, sino «con mucha ayuda por parte del departamento de informática», que el lunes «estuvo probando» con ella si era posible la doble conexión.

Finalmente el jueves, día del enlace, Carolina se presentó a última hora (a la una de la tarde, puesto que hay siete horas de diferencia con Colombia, donde eran las seis de la mañana) y comenzó la boda. «Nada más verme vestida de novia, mi padre (que estaba a miles de kilómetros de distancia) se puso a llorar y luego mi novio. Fue todo muy emotivo», recuerda Carolina.El mes que viene la pareja se reunirá en su país natal, donde celebrará «una boda religiosa con toda la familia» y sin distancias ni nuevas tecnologías de por medio.