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Colección

Pasión por los relojes Moretz

Manuel Aparicio muestra por primera vez al público en Enguera su colección de 23 maquinarias restauradas de gran valor - "Yo los quiero a todos por igual. Son como mis hijos", asegura

Pasión por los relojes Moretz

Tenía 20 años cuando el enguerino Manuel Aparicio, entonces tejedor de profesión, quedó prendado de un reloj Comtoise-Moretz. Fue un amor a primera vista en la Seu de Xàtiva. Un amor que transformó su vida para siempre y lo convirtió en un apasionado de este tipo de relojes, aunque nunca se dedicó profesionalmente a esta actividad.

Desde entonces y hasta ahora, ha ido coleccionando piezas. Hasta un total de 23 relojes Moretz habitan en su vivienda. «Tenemos dos o tres a la vista en el recibidor de la casa, pero el resto están en mi habitación de trabajo. Son mi tesoro y hasta ahora muy pocos sabían siquiera que los tenía. Ni tres en el lugar los habían visto», explica el coleccionista.

Hasta el próximo 6 de septiembre quien lo desee podrá contemplar está gran exposición de relojes Comtoise-Moretz en la Casa Corrales de Enguera. El valor de la colección no es simplemente económico sino también simbólico, explican desde Amigos de Enguera, la asociación cultural de la localidad que ha convencido a Manuel Aparicio de la necesidad de compartir su colección de relojes con sus conciudadanos. «Creemos que hoy en día, en esta sociedad marcada por el usar y tirar es necesario poner en valor no sólo la colección que ha logrado reunir Manuel, si no también el tesón y la valía de este enguerino que sin preparación ni formación ha sido capaz de recopilarlos, arreglarlos, cuidarlos€ y hacer que hoy en día, siglos después de su creación, continúen funcionando», afirman.

El reloj más antiguo de la colección de Aparicio lo consiguió en Sevilla y data de 1730, por ello es también el más valioso, «aunque yo los quiero a todos por igual. Son como mis hijos», puntualiza. Pero los hay muy diferentes: con caja, y sin ella; decorados con querubines, flores de lis, hojas de acanto, con alegorías alemanas; con despertador, calendario€

Ahora el enguerino cuenta con problemas de visión y sordera y, achacado por sus 72 años, se encuentra incapaz de seguir con su tarea de recuperación y restauración de viejos ejemplares de Moretz. A pesar de todo continúa buscando piezas y maquinarias por Internet porque su pasión por los relojes va más allá de la edad o de las enfermedades que le persiguen.

De hablar pausado, gesto vergonzoso y oculto tras unas gruesas gafas de pasta negra cuenta cómo de joven, sin apenas recursos, recorría chatarrerías y anticuarios en busca de viejos relojes, y piezas. También se acuerda del vendedor ambulante que venía a Enguera desde Xàtiva y que le consiguió buenas piezas. «Yo he tenido que ir aprendiendo con los años: desmontarlos pieza por pieza, quitarles la suciedad, el óxido, limpiar las ruedas diales, frontones€ paso a paso para recuperar magníficos ejemplares. Al arreglarlos rompía todas las leyes físicas. He podido restaurarlos con paciencia y trabajo; de hecho hay relojes que para tenerlos completos me han llevado toda la vida», afirma orgulloso. «Al final, la mayor recompensa que puede recibir uno es oír el débil tic-tac y pensar que has rescatado otra máquina de nuestros antepasados», continúa. Tanto aprendió Manuel a lo largo de su vida sobre relojes que al morir el relojero de Enguera el propio ayuntamiento contactó con él para que se encargase del mantenimiento del reloj de la Iglesia Arciprestal. Durante 6 años subió cada día a dar cuerda al reloj del campanario y ocuparse de su mantenimiento. Un ejemplar del que dice que no tiene nada que envidiar al de Losada de la Puerta del Sol. «Ambos son de unas dimensiones muy parecidas, el nuestro data de 1879 y es uno de los pocos de esa época que mantienen toda su maquinaria original, y el de Madrid de 1866», explica Aparicio.

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