El Teatro Romano de Sagunt y su inacabada restauración han vuelto a la agenda política tras años de ostracismo pues, aunque el último pronunciamiento del Tribunal Supremo hizo que la Generalitat anunciara en 2009 que un año después finalizaría esa obra paralizada en 1993, todo quedó en nada.

Tras 6 años de inacción de la administración del PP, justificada por las restricciones presupuestarias, el nuevo gobierno local formado por Compromís, ADN Morvedre y EU ha sido el primero en volver a reivindicar que el Teatro Romano «se acabe de una vez, recibiendo la inversión y el tratamiento que merece», en palabras del edil de Patrimonio, Pablo Abelleira. Por ello, el tripartito ha recibido con moderado optimismo el reciente compromiso verbal de la directora general de Patrimonio, Carmen Amoraga, de iniciar de una vez por todas las obras pendientes en el monumento para acabar al fin de su restauración. Aunque Amoraga no dio ni plazos ni fechas desde el gobierno local se está convencido de que se ha iniciado una nueva etapa en la que el Teatro Romano ocupará «de una vez por todas el lugar que le corresponde», decía Abelleira.

Y es que, aunque este monumento muestra su mejor cara cada año en el festival Sagunt a Escena y en certamen grecolatino que reúne a más de 12.000 estudiantes, sigue arrastrando importantes carencias. Además, el paso el tiempo ha hecho mella indiscutible en él, como vienen alertando sin éxito desde hace tiempo algunos colectivos locales.

La falta de una instalación de luz estable es una de las tareas pendientes más evidentes, pues obliga a gastar cada año fondos del festival de verano en grupos electrógenos y deja a la vista los cables de la luz de obra que todavía recibe.

La necesidad de adecuar el recinto al actual legislación de accesibilidad es otra de las asignaturas sin abordar que se debe suplir cada verano a base de buena voluntad, con la colaboración de los voluntarios de Protección Civil de Sagunt y con espacio limitado.

De entre todos los proyectos que quedaron pendientes el más significativo es la musealización prevista en el cuerpo escénico para, entre otras cosas, exhibir y explicar los restos arqueológicos encontrados durante las obras. Allí, ocultas para el espectador, permanecen las salas vacías a la espera la voluntad política necesaria para llenarlas de contenido.

También cayó en el olvido la idea original de Grassi y Portaceli de completar la decoración del muro de escena con los restos arqueológicos hallados. A ello el ayuntamiento sumaba la colocación de un toldo sobre el escenario «también prevista en su día», según apuntaba el edil de Cultura, José Manuel Tarazona (Compromís), quien remarcaba la intención municipal de «lograr un recinto en condiciones para poder usarlo la mayor parte del año, sin tener que montar y desmontar instalaciones».

Abandono

Las muestras de abandono tampoco pasan desapercibidas a los visitantes que acuden por el día a visitar el monumento pues, en las noches del festival, el arte y la oscuridad suelen ser buenos aliados de la desidia.

La entrada al lugar ya es un buen ejemplo pues, como apuntan los Voluntarios por el Patrimonio, en el acceso principal hay focos de luz colgando y una fuga de agua idéntica a la que el viernes pasado había también en uno de los baños; pero, eso sí, ni allí ni en ningún otro rincón hay rastro de carteles explicativos sobre el monumento, como remarca la asociación, además de alertar del «peligro» de algunas conexiones eléctricas.

La tarima de madera del escenario también presenta signos de deterioro. El Col·lectiu pel Patrimoni Saguntí lleva años alertando de este último hecho y de lo que considera un mantenimiento «claramente insuficiente». Sin embargo, hasta ahora, todas sus advertencias han caído en saco roto, como reconocía su presidenta Conxa Cardo. «Esto está dejado de la mano de Dios desde hace mucho tiempo. Es urgente que lo acaben de una vez y le den medios y un mantenimiento suficiente porque no hay carteles, ni audioguías y si tenemos el Teatro Romano así y tampoco hay una programación digna, ni tendremos nunca hoteles dignos ni restaurantes dignos», añadía.

Los 22 años transcurridos desde que se paralizaron las obras también se notan en lugares como los baños, situados en lugares inaccesibles en silla de ruedas, donde hay incluso asideros oxidados. Una imagen más del abandono al que el gobierno local de Sagunt y numerosas entidades de la ciudad quieren decir adiós de una vez por todas.