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Oblea barata y oriental

La amenaza de la hostia china

Las carmelitas descalzas de Puçol piden a las parroquias valencianas que compren sus obleas artesanales frente a las industriales de Asia - «Por ahora funcionamos porque no cobramos sueldo», lamentan

Una de las 13 hermanas de la comunidad religiosa de la Sagrada Familia lleva las formas que venden a parroquias, colegios y tiendas de artículos religiosos.

El enemigo puede tomar muchas formas, entre ellas la de oblea barata y oriental. Desde hace unos años, las monjas carmelitas descalzas del monasterio de Puçol ven como el negocio al que se dedican desde hace tres décadas está en peligro por la competencia china. Hasta el punto el riesgo es real que sólo les salva el hecho de que no cobran un salario, pero han tenido que pedir ayuda por escrito a las parroquias valencianas para que opten por su producto casi «artesanal» frente al industrial asiático. Es decir, calidad «de toda la vida» frente a precios baratos por bajos costes de producción.

«No hemos vuelto a lo que teníamos hace dos años, pero muchos sacerdotes han respondido a esa llamada y algo hemos recuperado en estos meses —explica una de las monjas de clausura de Puçol—. Pero nuestra economía ahora está descompensada. Aunque entre que tenemos ahorros y nuestros gastos son mínimos, podemos salir adelante? De ahí que también busquemos otros trabajos, como maquetar publicaciones».

Las monjas del convento de la Sagrada Familia, construido en la década de los 40 del pasado siglo empezaron a elaborar obleas para misas hace 30 años y en los buenos tiempos llegaron a fabricar entre 25.000 y 30.000 formas diarias, que ellas mismas distribuían en las parroquias de la Comunitat Valenciana. «Nosotras cotizamos cada una como un autónomo a la Seguridad Social. No somos familia de hecho. Cotizamos a título individual», explican. «Por ahora, funcionamos porque no cobramos sueldo», reconocen.

Pérdida de clientes habituales

Según explican las religiosas, el problema fundamental es la fabricación industrial de obleas a muy bajo precio. «Algunos sacerdotes han optado por comprarlas a proveedores de este tipo, sobre todo chinos, y hemos perdido parte de nuestros clientes habituales», señalan. En abril de 2015 hicieron una «llamada» pidiendo apoyo a través de un escrito, y lograron recuperar parte de su mercado, aunque no lo suficiente.

A los problemas derivados de esta competencia salvaje en el mercado de las obleas, las carmelitas de Puçol han visto cómo sus recursos también se reducían de manera significativa tras ser engañadas por un distribuidor que les vendió una maquinaria que no cumple sus objetivos. «Nos tocó ir a juicio —explican—. Incluso la hermana de Gema, que es abogada, nos ayudó con el tema, pero no se lo podía creer que fuéramos tan ingenuas y hubiéramos firmado aquello. Una de las máquinas no es lo que nos prometieron, nos costó mucho dinero y tuvimos que pasar por los juzgados para conseguir recuperar casi la mitad del dinero, pero nada más».

Una posibilidad que se han planteado es diversificar la producción, pero la maquinaria que usan tampoco ofrece muchas más posibilidades. «Es muy específica y lo que mejor hace son obleas y como mucho barquillos. Sólo podríamos trabajar para un horno que nos comprase las obleas o la materia para hacer barquillos o quizá para algún otro producto de la industria del pan o bollería. Un horno nos vendría genial, pero no hemos encontrado».

El problema de externalizar la producción es que el proceso de fabricación de las hostias es bastante específico: primero se hace la hoja grande de obleas, luego se humedecen, después se cortan con troquel con las formas y tamaños adecuados, las dejan secar, las criban y las empaquetan. «Para un horno este proceso sería difícil. Como solución para el trabajo debería ser para alguien grande, un gran establecimiento como Mercadona, Consum o similar. La maquinaria es muy cara, no podemos pensar en invertir y queremos trabajar aquí, dentro del convento».

Pero la fabricación de hostias para consagrar no es la única ocupación de las carmelitas del monasterio de la Sagrada Familia. También está, por ejemplo, la edición de libros con versiones comentadas de Santa Teresa. «Un trabajo precioso pero muy poco lucrativo —reconocen—. Muy bonito el trabajar en esos libros para dar a conocer y disfrutar mejor de la obra de Santa Teresa. Pero se saca muy poco dinero de la edición de libros. Hicimos cuatro libros y las ganancias las enviamos a las misiones».

El Cristo del Desierto

Además, una de las hermanas, Anna, talla en ramas imágenes de Cristo. «Es el Cristo del Desierto, pero no los vende. Anna es muy creativa y necesita el trabajo manual. Vio algo parecido hace años y cuando estaba aquí salió al huerto, cogió una rama y dijo: de aquí saldría un Cristo. Y empezó a diseñar esos cristos, siempre para personas que se lo encargan y a los que se los regala. Le encanta además pintar y otras cosas».

En el convento tienen, además, doce ordenadores y una tablet, que utilizan para llevar el blog sobre el 5º centenario de Santa Teresa, informatizar la base de datos de la biblioteca, con cerca de 7.000 ejemplares o maquetar publicaciones.

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