Hubo un día en que la población de Siete Aguas, una localidad de apenas 1.300 habitantes, iba a crecer considerablemente. Y, además, apuntaba a la clase media-alta. Hasta las princesas de Baviera, Christa y Tessa, acudieron a poner la primera piedra de este complejo residencial en 2007, aunque su construcción se inició en 2005. Los promotores, Rafael y Antonio Jurado, definían por entonces la iniciativa como «diferente, lujosa, que convence e ilusiona». Pero ahora, las 53 viviendas que se terminaron, se han convertido en una especie de pueblo «fantasma», que no tiene visos de dejar de serlo.

Este proyecto, bajo el nombre de Ríos del Belenguerón, iba a albergar 684 chalés, una residencia de la tercera edad, un apartahotel, un hotel, un colegio y un centro comercial. En total, casi 500.000 metros cuadrados. Además, una empresa norteamericana, a la sombra de este plan, llegó a contemplar la construcción de un campo de golf de 18 hoyos en sus proximidades, pero éste también se quedó por el camino.

El PAI para ponerlo todo en marcha se aprobó el 27 de mayo de 2002. Tres años después comenzaron las obras. Pero a finales de 2007 todo comenzó a torcerse. La Conselleria de Medio Ambiente paralizó el proyecto porque se había invadido monte público. No obstante, los promotores aseguran que hicieron las obras «conforme nos ordenó el ayuntamiento». Por entonces, Belenguerón S. L., que era el agente urbanizador, había terminado 53 viviendas „de las que habían vendido 42, a cuyos compradores aseguran que les devolvieron el dinero„, y además la urbanización de ciertas infraestructuras como las calles, depósitos de agua, transformadores, aceras o farolas. «El 90 % de uno de los dos sectores está terminado», insisten. Pero no puede ser habitado porque el consistorio no recepciona las obras si no están al cien por cien completas.

Así, la urbanización ahora permanece perenne, del mismo modo que el día que se paralizaron las obras, sujeta a los avatares del tiempo y la meteorología, como si de un pueblo «fantasma» se tratase, aunque allí las almas jamás llegaron a habitar esas moradas. Y así seguirá. «Yo ya no quiero acabar de construirla. Solo quiero recuperar los 9 millones de euros que he gastado en infraestructuras para el pueblo», asegura uno de los promotores, Rafael Jurado, quien añade que él ya ha pagado una multa de 30.000 euros por hacer las calles municipales en monte público más 84.000 euros por daños y perjuicios.