­Cuenta la leyenda que a princpios del siglo XX las aguas del Turia se desbordaron a su paso por el Rincón de Ademuz, y allí dejaron unas semillas un tanto especiales. De ellas crecieron unos árboles silvestres de los que brotaron unas frutas que, un siglo después, suponen uno de los tesoros más preciados de esta comarca: las manzanas esperiegas.

Este fruto prohibido en el Jardín del Edén ha encontrado su paraíso particular para crecer en el Rincón de Ademuz, donde es considerado como autóctono, ya que principalmente se cultiva allí. Las condiciones del clima de este enclave del interior valenciano fueron fundamentales para su adaptación. Los esperiegos florecen tarde, allá por el mes de abril, con lo que evitan las heladas del lugar que se producen en febrero y marzo, que dañan la flor. A principios de noviembre ya se puede recoger la fruta, meses después que el resto de variedades de manzana.

Doradas, con pequeñas manchas rojizas en el lado por el que están expuestas al sol, se asemejan a las manzanas que custodian las Hespérides de la mitología griega, similitud que posiblemente les dé su nombre.

Son piezas con una pulpa muy dura a la vez que jugosa, según explica María José Andreu, vocal de la Asociación Turística del Rincón de Ademuz, «lo que las hace muy resistentes». Esa es una de sus grandes virtudes: «su almacenabilidad es muy apreciada», revela Andreu. Las manzanas, que se recogen a mano en noviembre, aguantan perfectamente hasta prácticamente el verano siguiente sin necesidad de ninguna cámara frigorífica. Eso sí, precisamente por su dureza, aconsejan guardarlas después de recogerlas del árbol y consumirlas al menos dos o tres semanas después.

Los que las han probado aseguran que su sabor es muy dulce. Hay un motivo: en su interior acumulan azúcares que se cristalizan hasta el punto de que parecen hielo. Por eso reciben también el nombre de manzanas heladas. «A veces es como si comieras azúcar cristalizada», añade Andreu. Por ello es muy apreciada tanto para comerla cruda como para consumirla en forma de zumo.

Estuvo a punto de desaparecer

Pese a que durante buena parte del siglo XX se distribuyeron por toda la provincia de Valencia, la proliferación de la tecnología puso en jaque a las esperiegas. Las cámaras frigoríficas permitieron conservar durante más tiempo otras variedades más baratas, que relegaron a la pieza más emblemática del Rincón de Ademuz. En 2005 la cooperativa Vircoop C.V. comenzó a recuperar este cultivo tradicional con la compra de terrenos a los agricultores de la zona. Ahora, con una producción cercana a los 500.000 kilos al año, todavía no alcanzan la cantidad mínima para lograr la Denominación de Origen, pero pueden presumir de haber salvado a su fruta más representativa.

Ahora, la Agencia de Desarrollo Local de Ademuz ha lanzado una campaña de recolección de fotografías y aperos de cualquier época relacionados con la manzana esperiega para organizar una gran exposición en el Molino de la Villa. Además, el fin de semana del 12 y 13 de noviembre, Torrebaja tomará el testigo de Ademuz y Castielfabib con la celebración de la IV Fiesta de la Manzana Esperiega.