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Llíria, refugio de los niños de El Escorial

La capital del Camp de Túria homenajea a los pequeños procedentes de Madrid que acogió durante la Guerra Civil

Llíria, refugio de los niños de El Escorial

«Llegué con 3 añitos. Sólo hacía que llorar y llamar a mis padres. Pero aquí me trataron con gran amabilidad». Es el inicio del relato de Joaquina Gesta, de 84 años, que junto a sus dos hermanas, Rosa y Manuela, desembarcó en Llíria de uno de los tres autobuses que partieron en 1936 de la localidad madrileña de San Lorenzo de El Escorial con alrededor de un centenar de niños y niñas de entre 4 y 13 años para huir de los bombardeos de la Guerra Civil Española. Ella, junto a otros nueve de aquellos pequeños, protagoniza el documental Llíria, la solidaritat d´un poble, que fue presentado ayer en el municipio edetano.

«Lo pasamos muy mal al principio porque no conocíamos a nadie y nos faltaba el cariño de nuestros padres. No entendiamos ni ´papa´ porque la gente hablaba otro idioma, pero nos trataron muy bien. Ahora en Madrid soy ´la valenciana´ y estoy muy orgullosa de ello», revela Manuela, que, cosas de la vida, una vez acabada la contienda bélica y tras tres años en la Meseta, volvió al Camp de Túria con 17 años, donde dice que encontró el amor, se casó, formó una familia y se quedó a vivir hasta hoy en día.

Cuando Manuela, sus hermanas y el resto de la expedición llegó a Llíria, los vecinos se organizaron para acogerlos. Algunos esperaban que las clases más pudientes recibieran a los niños. No fue así. Fueron familias con menos posibilidades económicas las que abrieron sus puertas a estos pequeños.

El inicio de esta nueva vida no fue nada fácil para estos niños. Un nuevo idioma, una nueva familia y nuevas costumbres. En un ámbito rural como era el de Llíria entonces, el valenciano se convirtió prácticamente en su lengua a la fuerza. El sambori y el corro empezaron a ser sus juegos más recurrentes. Y a la hora de alimentarse «la comida era diferente de la de Madrid, pero había que comérselo porque tampoco sobraba nada en aquella época», rememora Manuela.

En algunos casos, los hermanos debían separarse. Fue el caso de Manuela, que tuvo que marchar a un hogar distinto al de sus dos hermanas. «En la casa donde me acogieron, a los tres hombres los metieron en la cárcel de San Miguel de los Reyes. A mí, como era pequeña, me dejaban entrar en la prisión a verlos y me metían papelitos para que les llevara mensajes», recuerda entre otras anécdotas.

Al terminar la guerra llegó la hora de volver a Madrid. «Allí en la estación estaban todos los padres, que se volvían locos por vernos y besarnos... pero nosotros ya casi no los conocíamos», narran Manuela y Joaquina, con una percepción distinta de aquel momento.

Aprendieron a hablar «valencià»

Ni el paso del tiempo les ha hecho olvidar a estas personas aquellos años en las tierras valencianas que les acogieron. «Fuimos muy felices en Llíria, se portaban muy bien con nosotros», cuenta Julia Pérez, que a sus 90 años reivindica también con orgullo su procedencia de San Lorenzo de El Escorial. «Pero a mi Llíria que no me la toquen», insiste Manuela.

Una veintena de ellos acabaron volviendo al Camp de Túria para continuar con sus vidas. Pero, tanto ellos como los que se quedaron en Madrid, tienen una cosa más en común: la lengua valenciana. En buena parte del documental sus protagonistas se expresan en valenciano, y los que no, insisten en que lo entienden perfectamente. «Es un reflejo de la integración que tuvieron», explica Cristina Escrivà, responsable del proyecto junto al periodista Sergi Tarín, que reivindica la tarea de investigación histórica de nuestro pasado: «Vamos a continuar trabajando para que la memoria de las personas pueda dejar patente todo lo que pasó hace 80 años. Aunque a lo mejor se debería haber empezado años antes, nunca es tarde», asevera.

Aquellas «caravanas de refugiados» fueron organizadas por el alcalde de San Lorenzo de El Escorial, Vicente González García-Carrizo. Ayer, su hijo José Manuel, que hizo un viaje similar a Real (en la Ribera), estuvo presente en un acto en el que recibió el homenaje a su padre a título póstumo del alcalde de Llíria, Manuel Civera. «Me gusta recordar a los valencianos como lo que son: unas bellísimas personas que se portaron de maravilla con los niños de El Escorial», concluye en el documental José Manuel.

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