En literas dobles, bajo el techo de un pabellón deportivo del complejo socioeducativo de Cheste, después de una buena ducha y ya mudados con la ropa que Cruz Roja les había entregado nada más llegar al puerto de València junto al kit de ayuda básico.

Así pasaron su primera noche ya en tierra firme. después de días de penurias en el mar, la mayor parte de los inmigrantes adultos que viajaban en las tres embarcaciones de rescate que arribaron escalonadamente a lo largo del día de ayer.

Este polideportivo será apenas un refugio temporal durante unos días mientras se realizan las gestiones pertinentes para dar acogida a estas personas, que serán reubicadas en centros y viviendas sociales durante los 45 días de permiso que el Estado les ha concedido mientras se trabaja «caso por caso» en sus solicitudes de asilo o si pasado dicho plazo se procede a su expulsión del país.

Los primeros en llegar al complejo de Cheste fueron 44 migrantes, todos ellos hombres, procedentes del barco Dattilo. El autobús en el que iban, algunos de ellos asomados a las ventanas sin perder detalle del lugar al que los llevaba su transporte, iba custodiado por dos vehículos de la Policía Nacional.

El amplio complejo, vigilado por seguridad privada y agentes de la Policía Autonómica, se convirtió ayer en un búnker para mantener a la prensa alejada del lugar. De hecho, se dieron indicaciones a los autobuses para entrar por un camino posterior próximo a la zona deportiva, y así evitar la entrada principal.

Asimismo, durante toda la mañana hubo un gran trasiego de personal de Cruz Roja y de camiones con material, alimentos y otros productos de primera necesidad. De igual modo, junto al pabellón donde se alojará temporalmente al grueso duro de los refugiados se instaló una garita prefabricada a modo de almacén.

Ayudados en todo momento por trabajadores sociales, voluntarios de Cruz Roja e intérpretes, los inmigrantes fueron acompañados a la zona de duchas del campo de fútbol, por turnos, para que pudieran lavarse y cambiarse de ropa.

«Después de tantos días sin poder asearse, con la misma ropa, estaban deseando poder tener agua limpia», remarcaba una voluntaria. Sus rostros de felicidad, con una bolsa en la mano con productos de higiene, y el calzado en la otra, reflejaban la satisfacción de poder hacer frente a una necesidad tan básica como el aseo personal. Al volver les esperaba una bebida isotónica, cuyo nombre precisamente coincide con el del barco que salvó sus vidas.